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Entrevista

Albert Calderó: «Dejémonos de tonterías: cualquier organismo local tiene que ser por elección directa»

Este jurista y experto en administración local, plantea un área metropolitana del Camp de Tarragona bien trabada institucionalmente y con plena capacidad política

Imagen de Albert Calderón este pasado miércoles en la ciudad de Tarragona.Tjerk van der Meulen

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¿Dice que hay que desmontar los consells comarcales?

«Sí, sí. Como mínimo los afectados por el área metropolitana.»

Son el Alt y el Baix Camp, y el Tarragonès. Pero ninguna comarca formaría parte íntegramente del área metropolitana...

«Decapitémoslas, y creemos una cosa especial que no puede ser una comarca. Hay una cosa que es esencial. Cualquier organismo local, para mí, tiene que cumplir la carta europea de la autonomía local, que es elección directa. Dejémonos de tonterías. A los alcaldes los puedes hacer miembros de cincuenta historias, pero ellos saben muy bien dónde se ganan la vida y, por lo tanto, olvídate de ellos durante el 99% de su tiempo y de su capacidad. Ellos están para ganarse la vida.»

Lógicamente.

«Cualquier invento será un invento del TBO si no tiene un alcalde electo que se gane las algarrobas.»

¿La AMB es un invento del TBO?

«Sí. No sirve para nada. Es bueno aprender de los fracasos, y el Área Metropolitana de Barcelona tiene muchos fracasos. Uno de ellos es la yuxtaposición de muchas administraciones, todas poco poderosas y todas con poco dinero: hay los ayuntamientos, hay las comarcas... Y todos se miran de reojo. y mientras tanto el estado va haciendo, pero el Estado ya hace tiempo que ha decidido no invertir mucho en Cataluña, y eso no será nada fácil de cambiar. Se tiene que pensar alguna cosa diferente.»

Ya querría tener la población del Camp de Tarragona un transporte metropolitano, por ejemplo...

«¡Ya lo tendría! Pero lo tendrá si hay alguien que convoca manifestaciones para que esté. Eso requiere de un armamento social de narices que, evidentemente, no se puede mantener de manera continúa. Si no, necesitaría de un Estado implicado, y eso es dificilísimo que pase, incluso en la hipótesis altísimamente improbable de una Cataluña independiente. Sería muy difícil de convencer, también, porque no estás en el centro de las preocupaciones del país.»

Sería un ente con bastante entidad y tamaño como para hacer casi de contrapoder...

«Te la puedes jugar, haciendo una propuesta muy innovadora, muy atractiva, rompedora... y que además enseñe las vergüenzas del país. ¿Cuáles son las vergüenzas? Que tienes unos consell comarcales hechos con la lógica de las mancomunidades del año del picor. Eso no es ninguna autoridad de nada...»

Es decir, un ayuntamiento de 400.000 habitantes

«En el mundo está pasando. Está el fenomeno que los americanos denominan ‘city'-county. Se están produciendo alianzas, incluso fusiones, entre poderes comarcales. La misma institución tiene la alcaldía y la organización comarcal. Yo crearía una institución fuerte, pero por un camino diferente.»

¿Qué camino?

«Hay dos etapas. En una etapa inicial tiene que haber un acuerdo territorial de las instituciones locales. Y eso es muy complejo, porque hay muchas capas de instituciones solapadas, y además hay partidos políticos, y también todas las crisis políticas de este país.»

¿Un acuerdo para qué?

«No mucha cosa. Sobre cuál es la institución que hace falta, y unas líneas muy generales de qué se tiene que hacer y cuáles son los grandes problemas. Haría falta un plan estratégico, pero no como los que hacen ahora, de doscientas páginas y con muchas fotos en color muy bonitas. Hay un experto canadiense, Henry Mintzberg, que tiene un libro que se llama «La planificación estratégica trivial», que parece hecho pensando en nosotros, que dice que cuanto más grueso sea un plan estratégico, más números tiene para que no sirva para nada. Se suelen hacer en grandes asambleas, y son como una carta a los Reyes enorme que se aprueba entusiásticamente y que, durante unos meses, la gente cree que por el hecho de haberlo escrito será verdad.»

Sin querer está describiendo alguna etapa anterior aquí en el Camp de Tarragona.

«Seguro, pasa en todas partes

¿Cómo lo hacemos todo eso?

«Hay un método, el del Lago Erie, entre los Estados Unidos y Canadá. En los años 60 tenía muchos problemas, porque en una parte había una fábrica que contaminaba el lago. Pero al gobierno de allí tanto le daba, porque, con las corrientes de agua, la contaminación se iba al otro país. La zona, además, estaba fragmentada en varios estados en cada país, y a cada estado un infinito número de ciudades y municipios. Y cada uno tenía sus problemas. Y el problema de uno era la solución del otro, pero ni se conocían ni sabían qué impactos tenía sobre los otros aquello que cada uno decidía...y mientras tanto el agua y la contaminación iba haciendo la suya. Hicieron un invento: el Congreso del lago Erie. Reunieron a toda la sociedad civil, pero no la reunieron durante dos horas, sino durante dos años.»

Ya veo por dónde va...

«Alquilaron profesionales, y durante dos años hicieron múltiples debates sectoriales, movilizaron a toda la sociedad, los partidos políticos, las instituciones...Cada uno hizo sus aportaciones y al final se extrajeron unas conclusiones. En este país tenemos una experiencia maravillosa de eso: el Congreso de Cultura Catalana. Esta es mi primera propuesta: el Congreso del Área Metropolitana de... ¿perdone, tiene nombre esta área?»

Todavía no...

«Pues que esta área metropolitana todavía sin nombre, que tenga su congreso. Cuesta muy poco dinero, todo el mundo se apuntaría. No habrá acuerdo sobre el nombre, pero sí que veo que ha habido un cambio importante, que es que Reus y Tarragona han dejado de pelearse y sólo con eso ya se puede ser optimista. Una cosa así tendría que movilizar la población, los medios, y así la gente aprendería qué está pasando y, por lo tanto, haces un proceso de hacer hervor social de la problemática y empezar a valorar soluciones.»

De momento, este proceso en el Camp de Tarragona lo lidera la Diputació de Tarragona

«Es una institución que en muchos momentos ha tenido un liderazgo territorial considerable. El problema de las diputaciones es que su trabajo único, según su institucionalidad es ayudar a los ayuntamientos y, en cambio, tiene una tentación de ser una autoridad regional muy grande

Pero no tiene poder político.

«Porque es un régimen de elección de segundo grado y, por lo tanto, no rinde cuentas a nadie. Tiene bastante dinero como para hacer una gran política institucional, pero tiene una fuerza política muy débil. Y, para construir alguna entidad metropolitana, tiene un gran ‘handicap’, que no la puedes tocar. La institución de la Diputació es obra del Estado, y al Estado no lo moverás un pelo.»

En cambio, la AMB es una ley catalana.

«Para hacer un área metropolitana en Tarragona como la que propongo sólo hay que tener mayoría absoluta en el Parlament de Catalunya.»

Pues ya está, si nos creemos los programas electorales.

«La Carta Europea de Autonomía Local dice que todas las instituciones locales y regionales tienen que ser de elección directa. Y España es signataria, pero firmó una reserva en un único punto: se reservaba cumplir precisamente con el punto de la elección directa. Ahora, que España haya firmado una reserva, no quiere decir que esté prohibido. Es decir, que la Generalitat de Catalunya, perfectamente, podría establecer la elección directa de un área metropolitana, sin el más mínimo problema legal.»

No sé si habría consenso político para hacer eso...

«¿Y qué haremos, una capa más?»

«Los ayuntamientos no perderían personalidad»

Es una de las barreras mentales que genera la creación de un ente metropolitano: ¿en qué papel quedan los ayuntamientos? «Siguen existiendo. La cuestión de la personalidad propia no es un problema en esta área, precisamente porque hay varias centralidades», dice Calderó, que ve el área metropolitana no como un organismo de gestión de servicios, sino de gobierno.
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