El problema del elefante con cerebro de mosquito

«Las instituciones tienen un problema de falta de autoridad gravísimo, incluso los ayuntamientos», señala Calderó. Un problema, que es también de falta de credibilidad, en buena medida conectado con cómo se han configurado históricamente los ayuntamientos, y que este jurista llama «el elefante con cerebro de mosquito».

Nadie lo planificó expresamente, pero pasó así. Con los primeros ayuntamientos democráticos se empieza una etapa centrada en resolver necesidades primarias. «Pavimentación, alumbrado, alcantarillado, transportes, escuelas, hospitals...y los ayuntamientos se organizaron de manera muy piramidal. No había que pensar nada, lo que había era una lista de deberes interminable», recuerda.

Es una etapa de crecimiento económico y también del gasto público que Calderó estira hasta el año 2007. Como ejemplo de la mala gestión explica que «hubo ayuntamientos con más centros cívicos de los que hacían falta» y, a nivel de gobierno, dice que «cada uno actuaba en su frente particular, en su parcela y sin una visión del entorno», sostiene.

Treinta años, desde 1977 y hasta la crisis inmobiliaria, justamente después de los llamados «felices treinta», que es el periodo que va desde el fin de la Segunda Guerra Mundial hasta la crisis del petróleo y que para el mundo occidental representó el fortalecimiento del estado del bienestar y la estabilización de la clase media.

Sostiene Calderó que en esta época se perpetúa un método extendido en el estado español de planificación pública: «en los años felices no pasaba nada si te pasabas tres años estudiando el problema, pero hoy en día si te estás tres años haciendo eso te quedas sin problema, porque te ha cambiado». La misma estructura, pero ahora sin dinero: el problema de ineficiencia del elefante con cerebro de mosquito que un área metropolitana con vocación de planificación estratégica y visión global podría cambiar perfectamente.

Este territorio se ha pasado décadas analizando el problema, con la mejor de las intenciones. Un ejemplo son los numerosos grupos de trabajo que impulsó el proyecto de la Región del Conocimiento, que implicó en sesiones participativas la práctica totalidad de la sociedad civil y los agentes económicos del Camp de Tarragona.

«A eso le faltó mucho marketing. No tiene que ser una cosa académica y de élites, sino popular. Para entendernos, en las collas castelleras, tendrían que tener un debate al respecto. Todo el mundo tendría que decir la suya. Tendría que haber noticias. Y peleas y conflictos», dice. «Falta marketing público en nuestro país, es quizás la carencia tecnológica más importante», insiste, como forma para implicar la ciudadanía.