Entrevista
Antonio Balmón: «Veo maduro el proceso metropolitano, pero no es fácil dotarlo de naturaleza jurídica»
Afinar la representatividad para que nadie predomine, fijar unas competencias útiles en el territorio y ajustar la financiación, las claves del vicepresidente ejecutivo de la AMB y alcalde de Cornellà
¿El Camp de Tarragona es un área metropolitana?
«Creo que sí. En términos coloquiales, utilizamos la expresión ámbito metropolitano, que intenta expresar una realidad social de relaciones económicas, sociales, culturales...que van más allá de cualquier municipio. Y en el ámbito de Tarragona, esta interrelación está.»
¿Como ve el proceso que ha iniciado el territorio hacia la creación de un ente metropolitano?
«Yo soy alcalde de una ciudad y tengo muchos anticuerpos sobre las capitalidades. Mis anticuerpos son para dotarme de más energía y poder justificarme mucho mejor de porque hacen falta políticas comunes, economías de escala, atención en temas que son importantes y no sólo afectan a la capital. Por lo tanto, veo que es un proceso positivo y constructivo porque, al final, nuestra función como servicio público es atender las necesidades de las personas, y poder dar la mejor prestación de servicios. Y eso es lo que tiene que predominar en nuestra función política e institucional.»
Le preguntaba porque hay quien dice que con los instrumentos que ya existen ya puede hacerse políticas metropolitanos. Es decir, que no haría falta ningún ente nuevo.
«Encontrar una casa común creo que está bien. Aunque haya muchas casas, pero hacer una común y abrir nuevas posibilidades y crear nuevas expectativas, que están muy relacionadas con las necesidades actuales, pues creo que es un buen camino. Pero es un camino que se tiene que trazar desde la confianza y desde el consenso.»
¿Pero qué se puede hacer desde un ente metropolitano que no se pueda hacer con las administraciones actuales? ¿Si imaginamos una Barcelona sin AMB, cómo sería?
Hablaré de mi ciudad. Nosotros teníamos que afrontar situaciones que necesariamente teníamos que atender, pero en otros no teníamos la potencialidad de los servicios que tenemos. Eso no pasa sólo en Cornellà, eso pasa en la mayoría de los 36 municipios que forman parte de la AMB. En términos de transporte público, en términos de crecimiento, de equipamientos y espacios verdes, en términos de renaturalización, en política de vivienda, en políticas sociales...Nosotros estamos gestionando el tercer presupuesto más importante de Cataluña. Por lo tanto, todo eso, si no existiera la AMB, no sería posible. Y no lo digo en un tono negativo...es que sencillamente no sería posible. Yo sé hasta dónde puedo llegar como Cornellà, pero sé también donde llego acumulando la energía de 35 municipios más. Lo que pasa es indiscutible...o sea, la cartera de servicios...la oportunidad de poder público, cotidiano, diario, que tiene el área metropolitana, no lo puede sustituir ningún ayuntamiento en su día a día.
¿Cómo se decidió esta cartera de servicios?
«Sin la experiencia de más de veinte años antes de la ley de 2010 no seríamos lo que somos. Teníamos toda una experiencia: ¿Qué dinero teníamos que aportar? ¿Qué fiscalidad metropolitana se tenía que aplicar? Eso ya venía de antes de la ley, aquel camino ya lo habíamos hecho. Por lo tanto, maduras y consolidas lo que tienes. En 2011 aprobamos para el 2012 un presupuesto de 500 millones de euros, y 12 años más tarde es de 1.100 millones. Esta es la evolución.»
Más del doble.
«Y no hacer ruido. Sobre todo, no hacer ruido.»
¿Qué quiere decir con no hacer ruido?
«La política hace demasiado ruido hoy en día. La política útil lo que tiene que hacer es cosas útiles: aquí gobernamos cuatro partidos políticos, no uno solo, y todos tenemos un denominador común, que es evitar el ruido innecesario y sumar. Esta cultura es importante porque nos permite compartir coincidencias y evitar las discrepancias. Y nos permite trabajar con el gobierno de Cataluña o de España independientemente del color político.»
Es diferente a un ayuntamiento clásico.
Es darle el carácter de aquello que tiene que ser una institución así. Claro que hacemos política, pero la verdad es que esta política es la de encontrar las coincidencias, no el enfrentamiento. Porque con el enfrentamiento avanzas muy poco. Claro está que tenemos discrepancias, demandas...pero si tú no ayudas y abres espacios, al final te quedas paralizado. Queda bien: un día haces una manifestación pública diciendo, por ejemplo, que el gobierno de España no protege de forma suficiente nuestras playas, pero al día siguiente la realidad sigue siendo exactamente la misma...la realidad es más tozuda que aquellas declaraciones. ¿Y qué buscamos nosotros? Acuerdos para arreglar las playas, porque son una buena política social. Las playas metropolitanas lo que hacen es dar a muchos ciudadanos y ciudadanas espacios para poder pasárselo bien.»
¿ Cómo se hace para sacar la AMB del pim-pam-pum político?
«Teniendo mucha personalidad política. Y eso quiere decir tener personas, que formamos parte de partidos políticos, que tenemos claro que eso no puede ser sólo una distracción política.»
¿Y cómo se ponen de acuerdo 36 municipios?
«Tienes que tener mucha habilidad.»
En estas páginas, el director del Incasol, Agustí Serra, decía hace unos meses que Tarragona alcanzará antes la visión conjunta de territorio que la AMB porque es más fácil ponerse de acuerdo entre 8 que entre 36.
«No es cuestión del número sino más de las habilidades...y que todo el mundo le vea un indicio de beneficio.
¿Cuáles diría que han sido las mayores dificultades que ha tenido que afrontar la AMB para constituirse?
«Antes de la ley ya veníamos de mucha discrepancia. Es verdad que el palo de pajar la AMB es la ciudad de Barcelona. Eso nadie lo puede negar, pero todos tenemos que saber convivir con 35 municipios más. Y por lo tanto aquí tiene que haber unas coincidencias en los servicios que nos prestamos y para que sirva al territorio. Porque Barcelona ni llega a todo ni es la única realidad. Hay muchas realidades...y eso a Barcelona le ha costado pero lo entiende. Y lo entiende no sólo con palabras sino con aportaciones económicas de su presupuesto, y eso ayuda. Y contribuye a ir mejorando las condiciones del resto de ciudades.»
Muchos de los actores en el proceso tarraconense utilizan la palabra “generosidad”.
¿«Generosidad? Sí, pero añadiría también comprensión. Y racionalización. Es decir, evitar la parte emotiva de aquello de “es que yo soy la ciudad más grande”. O al revés: “es que yo soy el pobre”, siempre en negativo o como víctima. Tenemos que ir construyendo, ver cuáles son nuestras relaciones, cuáles son nuestras necesidades y aquello que nos conviene. Un ciudadano se siente de Tarragona, otro de Reus....pero cuando se relacionan y ves su movimiento, este movimiento es de muchas transferencias y eso es lo que tienes que detectar. Porque esta persona sigue teniendo necesidades de poder público cuando va a Tarragona o cuando va a Cambrils, y eso es lo que perseguimos: que este ciudadano no entiende de límites, que cuando entra en un transporte público atraviesa las fronteras, pero no las ve.»
Decía que a Barcelona nadie le discute el liderazgo. Tarragona y Reus, en cambio, son ciudades casi gemelas, y después, Cambrils, Salou y Vila-seca podrían casi ser un tercer hermano... ¿Como ve esta relación entre socios?
«Ya hace tiempo que conozco las dinámicas territoriales del Camp de Tarragona, y creo que en estos momentos hay esta firmeza de saber que hay cosas que se complementan, que suman. Y esta es la primera condición. La segunda es quizás la más complicada: es generar la arquitectura institucional suficiente. Porque esta arquitectura se basa en tres aspectos: primero, representación política, es decir como la gradúas. Segundo, qué competencias tienes y, tercero, como pagas la fiesta. Porque esta fiesta la pagas tú mismo, porque son los ayuntamientos. Después hay subvenciones finalistas del gobierno de la Generalitat, porque son competencias que tú prestas...pero aquí, quien paga la fiesta son los ayuntamientos, y los ciudadanos.»
A través de...?
«A través de recargos y a través del recibo del agua. Este es el sistema, y la arquitectura que ahora, evidentemente, se tiene que poner en marcha.»
¿Y sin eso, usted no lo ve posible, verdad?
«Pero lo digo con un tono muy coloquial, ¿eh? No de preocupación. Aquí decidimos una representación sustentada sobre el consenso. Todas nuestras decisiones, y la ley lo recoge muy bien, se toman desde el consenso. No puede predominar nadie. Y si predomina es que tiene que tener una representación muy alta, o política o territorial. Dos: las competencias están claras, son de carácter local, no pueden ser de otra forma. No son cesiones, son competencias que gestiona la AMB porque son competencias locales. Y tres: ¿cómo lo pagas»?
¿Ve el Camp de Tarragona políticamente lo bastante maduro para ir para aquí?
«Lo veo maduro, y más después de la reunión de diciembre en la Diputació de Tarragona, donde firmamos este convenio de colaboración técnica. Sí, lo veo maduro. Es evidente que es complicado, y que no es fácil dotar todo eso de naturaleza jurídica, pero hay una gran voluntad política: hay una gran comprensión de lo que se quiere hacer y también de la graduación del proceso. Esta manera de enfocarlo es muy sensata.»
Hay voces críticas con un ente metropolitano en Tarragona, y también quien alerta de que no tendría que ser una agencia de colocación...
«Eso no es un chiringuito. Con economías de escala, con prestación de servicios que dan garantías a un ciudadano, esté en el municipio que esté, que se encontrará con lo mismo que se encuentra en su municipio, con gestiones que son complicadas y que un ayuntamiento por sí solo no puede afrontar...eso, perdone, pero no es un chiringuito. Es evidente que tiene que tener una estructura. ¿Porque? La propia ley, cuando sea, le dará naturaleza organizativa y, por lo tanto, estructura. Porque es una administración, una institución. En la actual AMB, destinamos a personal sólo un 6%.»
Cualquier ayuntamiento pasa del 25%...
«Todo depende de cómo lo gestionas. Es una gestión muy técnica, no es lo mismo que la prestación de servicios de un ayuntamiento. Nosotros hemos controlado muy bien este crecimiento. Creo que nadie tiene ningún interés de generar alguna cosa que sea una burbuja, o alguna cosa que no sirva para nada. Al contrario, veo una voluntad, y en diciembre me quedó muy clara, por parte de la presidenta de la Diputació, y de personas más allá de lo que representamos cada uno de nosotros, que creen que es posible, y que pueden generar unas bases y consolidarlas poco a poco.»
¿Sobre la ley que tendría que regular el ente metropolitano tarraconense...qué posibilidad de éxito le pronostica?
«Si la ley es impulsada desde el territorio de una forma consensuada...el Parlament tiene cosas que decir, faltaría más, pero no podrá ir en contra de la voluntad de un territorio y de cómo se quiere organizar.»
¿Algún último consejo?
«Ya lo he explicado otras veces, y siempre hablo de la misma palabra: consenso. La política tiene que ser acuerdo, y nosotros aquí lo hemos demostrado. ¿Y qué hemos hecho al final? También proteger en la estructura técnica de la casa, que está más orientada a mejorar cantidad de servicios, actividades y actuaciones que de estar pendiente del momento político que vive la casa.