Diari Més

Creado:

Actualizado:

Hace años, cuando pesaba la mitad que ahora, acudí a una cena en el Tennis Park como periodista. En aquella mesa hablé de mi jefe de entonces, muchos le conoceréis, una persona encantadora. Alguien se levantó como un resorte, no para ir al lavabo, no, pero sí para tirar mierda… desde un teléfono público. De esa manera, puso en oidos del susodicho que un empleado le criticaba. Al día siguiente, el que pagaba mi nómina me dijo -sin acritud- que tuviese en cuenta que Tarragona era un pueblo. No le hice mucho caso, hasta que me ocurrió otra de estas incidencias de vieja del visillo: Vivía en Barcelona cuando vine a Tarragona a hacer una gestión con mis inquilinos. Aparqué el coche (cuyo modelo nadie conocía) e hice la gestión en un cuarto de hora, más o menos. Al regresar a Colaucity miré el Facebook y abrí los ojos como si me hubiesen hecho presidente de mesa electoral en un pueblo de Nairobi. Una amiga que vivía en Washington preguntaba qué hacía yo por Tarragona.

El otro día comentaba con Àngel Martínez que si sales a la calle en Barcelona con unos calzoncillos amarillos rotos, ni te mirarán. Pues bien, el otro día me dio por sentarme en una terraza de los Jardinets de Gràcia con dos amigos. No muy lejos, en el parterre central «aparcó» su cuerpo una señora. Comenzó a quitarse ropa hasta quedarse en pelotas ante la mirada…. ¡De nadie! La mujer permaneció como cuando salió de su madre hasta que le apeteció marcharse. Iba a llamar a los Mossos, pero en ese momento pasó una patrulla. Ni caso. ¡Qué vergüenza! exclamó la camarera. Me giré y estaba mirando cómo pasaba junto a nosotros Manuel Valls.

tracking