Como dice Bibi cuando habla con Almodóvar: «Ay, hijo, de todo hace cuarenta años». Hace 32 primaveras, fui una mañana al Congreso de los Diputados. A aquellas escaleras de los laterales del hemiciclo donde se ponen los fotógrafos. Había unas a la izquierda y otras a la derecha. No sé por qué se comieron el «tarro», si cuando las pusieron sólo hacía falta la de la derecha. Debatían por aquel entonces sobre las televisiones privadas y, ahora, debaten sobre la desaparición de televisiones públicas. ¡Mira por dónde! Ya hace días-semanas-meses-años que digo que los anti-independentistas la van cagando sucesivamente. Después de dar palos a media Cataluña, encarcelar a políticos, mantener una prisión preventiva que nadie entiende, retirar órdenes de detención de exiliados… en fin, que empiezo a pensar que el «enemigo» es precisamente el amigo.
Ayer, viendo a los políticos que se dedicaban a la política antes de ser presos que ellos creen que son presos políticos (creo que he salvado el culo, ¿no?) he pensado de nuevo que los caza-sediciosos están haciendo una campaña cojonuda a los sediciosos. Señores votados por el pueblo conducidos al Congreso en calidad de reclusos. Creo que en las sedes d’ERC, la CUP y JxCat deben haber descorchado alguna botella de cava. Cuando pongo la tela hay quien dice que estamos en un país muy muy democrático que permite que un preso sea congresista. Otros dicen que será una imagen de vergüenza que recorrerá el mundo. Mientras tanto, en Bruselas está todo preparado para que el hijo del pastelero de Amer vuelva a un parlamento. Si hiciesen un casting en el Club Super3, creo que no lo superarían.