Si este artículo lo leen 50.000 personas es imposible que todos estén de acuerdo con lo que digo. Eso sólo pasaba de 1936 a 1975. Como pueden entender, tardaría meses en debatir con los lectores si aquella broma era ofensiva, si no se ha reído de mis ocurrencias o qué sombra de ojos me va mejor para salir guapo en la foto. Un lector de Calafell me escribe muy amablemente con una Olivetti para decirme que está en desacuerdo con el artículo en que hablé de la situación comprometida en la que se encontraba la figura de Don Enric Millo. Ya saben, aquel Colón que ahora ha ido a descubrir la Bética, con buena «pinta», sin «Santamaría» y cabreando a una «niña» del parlamento andaluz.
Le recomiendo que hable con el director de un medio que tenga una línea editorial cercana a sus pensamientos y le diga que quiere escribir un artículo de opinión cada día. Intente que le paguen alguna cosa, para pagar la licencia del Word o la cinta de la Olivetti. Entonces, escriba un artículo de opinión que se titule: «Moisés Peñalver es un imbécil». Cuando llegue a mis manos, lo primero que haré será reírme y felicitarlo. En cambio, si lo titula «Qué grande que es Don Enrique Millo», lo que haré será… reírme igualmente. Amigo de Calafell amigo de Millo, lo que le quiero decir es que tenemos que reírnos más y encarcelarnos menos. Si usted no es partidario del referéndum y yo sí, lo mejor que podemos hacer es ir a tomar una cerveza y contar chistes. Un honor que me escriba, un honor que me lea y respeto que usted admire a un señor que yo considero que tendría que salir en los libros de historia, pero en la etiqueta del precio.