Siempre critico a los famosos que, cuando le piden una foto o un autógrafo, lo hacen de mala gana, pasan por donde no hay seguidores, entran por puertas trasera y tienen guardaespaldas que creen distancias. Pienso que ellos se deben a sus seguidores y, si no comprásemos entradas de sus conciertos, se comerían los mocos, y si son pilotos de Fórmula 1 se comerían el coche con los mocos. O si son jugadores de tenis se comerían las pelo… ya me estoy metiendo en un jardín.
Bien, amigos, este artículo de hoy es muy sencillo. Se lo quiero dedicar a una lectora: a Isabel, que trabaja en la guardería La Baldufa, del barrio del Pilar de Tarragona. Me dice una amiga que es una seguidora diaria de este artículo. Un día fui a hacer un encargo a la calle donde trabaja y mi amiga me pidió que dedicase un minuto a saludarla, que a ella le haría ilusión. Yo contesté como Fernando Fernán Gómez. Es decir, que no me mareasen, que tenía prisa. La imagen de aquella mujer en la puerta de la escuela, decepcionada, me ha perseguido los últimos días. Así que ayer decidí coger un par de libros, dedicárselos e ir a hacerme una foto con ella. Me interesé por su vida como ella lo hace cada día por estas letras. Isabel es una de esas personas que desde su modesta, silenciosa y anónima aportación a la sociedad hacen que el mundo ruede. Isabel es una de esas personas maravillosas que tiene Tarragona. Al llegar a casa, por la noche, el karma me ha premiado. Tenía un audio del Boada al WhatsApp diciendo que era un fan de los Mandamientos. Gracias Eduard, gracias Isabel. Creo recordar que ya puse en otro artículo que era un imbécil, ¿no? Era para no repetirme.