Diari Més

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Los procesos de negociación política post-elecciones tienen su interés en una democracia parlamentaria como la nuestra. En el camino hacia el poder, entendido el poder como la palanca para poder llevar a cabo un proyecto o programa político, las negociaciones son la segunda estación del trayecto de todo político que se presenta a las elecciones.

Decía el filósofo alemán Max Weber lo siguiente: «El político opera con la ambición del poder como un medio inevitable. Pero el pecado contra el Espíritu Santo de su profesión comienza cuando esta ambición de poder se convierte en algo que no toma en cuenta las cosas, cuando se convierte en objeto de una pura embriaguez personal, en vez de ponerse al servicio de una causa». Si uno se da una vuelta por los últimos pactos que hemos visto podemos percatarnos que, muchas veces, se olvida el objetivo del bien común y se pacta siguiendo el camino de los intereses personales que buscan ostentar el poder al precio que sea.

La política es la gestión de la realidad y partiendo de esta premisa hay pactos que se entienden razonables. Hablo de aquellos en los que existe una amplia coincidencia programática de los futuros socios de gobierno. De este tipo de acuerdos, donde se busca el servicio colectivo, haberlos haylos.

Ahora bien, lamentablemente hay que admitir que existen otros pactos, otros acuerdos donde lo que manda es la ambición, el personalismo o incluso, como recientemente hemos visto en Navarra, se intercambian cromos, como un parlamento autonómico a cambio de una investidura en el Congreso. Los navarros verán como les manda Bildu porque Pedro Sánchez quiere seguir viviendo en el palacio de La Moncloa. A nivel municipal, no es sorprendente ver este tipo de pactos en pueblos pequeños donde hay más posibilidades de que se den comportamientos caciquiles. Las grandes ciudades tampoco están libres de personalismos de este tipo, como es el caso de Barcelona donde Manuel Valls, quien siempre vio Ciudadanos como su patrocinador publicitario y no su partido, se ha entregado, con pleitesía incluida, a Ada Colau, muy en contra de sus votantes. Que decir, de un PSC, que por no dar la alcaldía a la fuerza política más votada del PP en los municipios de Badalona o Castelldefels, han pactado con los mismos que le dieron el no a senador, al propio primer secretario del PSC Miquel Iceta, para poder ser Presidente del Senado. Como ya había mencionado en mí artículo anterior, de los pactos se puede deducir, en líneas generales, que el PP ha aguantado el tipo manteniendo algunas capitales de provincia y autonomías con la ayuda de Cs y Vox. C’s no ha sobrepasado a los populares como segunda fuerza política. Podemos mendigando por las esquinas a Pedro Sánchez entrar en el gobierno para sacar pecho. Junts x Catalunya, la marca de CiU, han sido absorbidos por el ERC y el PSOE no encuentra la luz al final del túnel. La realidad es que nos esperan elecciones autonómicas a la vuelta de la esquina porque tenemos un Govern que no gobierna y, al tiempo, no descartemos nuevas elecciones generales.

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