Diari Més

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A mediados del siglo XIX era obligatorio que delante de los coches fuese caminando un hombre con una banderita para que se supiese que por allí pasaría un vehículo. Era evidente que eso no era muy práctico. Sí que es verdad que eso sería una buena solución para el paro teniendo un parque de millones de coches en nuestras carreteras. ¡Los atascos serían divertidos! He leído hoy que los coches eléctricos, que son tan maravillosamente silenciosos, tendrán que hacer ruido. Es decir, que uno de los perjuicios del medio ambiente, la contaminación sonora, se tendrá que fabricar de forma ficticia. No sé si será mediante un cassette de Camela a toda hostia o el Virolai cantado por Metallica. En 2002 fui con un coche eléctrico desde Heidelberg a París. Era un rally experimental que se llamaba Bibendum. Lo cubría para una revista de La Vanguardia que se llamaba Escape. La primera cosa que me gustó de aquellos primeros vehículos eléctricos era el silencio. ¡Qué maravilla!

Se da la coincidencia que voy con un Nissan Leaf eléctrico hace unos días por cortesía del amigo Abel Simón, de Nissan, y estoy encantado de llegar a mi calle como si fuese volando en una escoba. Estoy enamorado de este coche y de la costumbre tan bonita de no pagar «combustible». He ido al concesionario de Tarragona, he enchufado el coche y he tomado una cerveza en el Hotel Tarraco Park mirando la tele. Eso me ha indicado que estamos en un nuevo mundo y creo que lo que tenemos que hacer los peatones es acostumbrarnos a una nueva época, la del silencio, en vez de poner ruido a los vehículos. No sé si esto lo ha pensado Borrell, pero no me extrañaría, y tampoco que en unas semanas impongan que delante de los coches vaya un hombre con una banderita.

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