¿El mundo está muy loco, no? ¿O soy yo que he comido fuerte? A ver, hace dos mil años, lo pondré en número para que se entienda mejor, 2.000, dicen que dijo Julio César aquello de divide y vencerás. Aunque no tengo más estudios que Jesulín y Leticia Sabater, de bien jovencito ya conocía esta estrategia que consiste en que cuando quieres manipular a un colectivo porque no te interesa lo que quiere hacer, sólo tienes que tirar una chispa que haga que la peña se pelee entre ellos para que no acaben haciendo nada. Lo sabrán bien los sindicalistas, porque el mundo empresarial juega a este juego desde que se abrió el primer prostíbulo en Pompeya. En Herculano eran más finos: fabricaban móviles. Por cierto, ahora que hablo de prostitución… ¿A ver si averiguan por qué esta lacra de la sociedad no se soluciona nunca? Efectivamente, porque todos están divididos: los que la regularían, los que la prohibirían, los que lo consideran una agresión sexual pagada o los que creen que una mujer libre puede ejercerla. Resumen: estamos divididos. Ahí sigue la prostitución.
Señores de la política, todos, si lo que se quiere es llegar a conseguir algo: la independencia de Riudecols, el referéndum sin parabellums, que vuelva la Falange o que se pueda venerar la nariz incorrupta de Lenin, lo que se ha de hacer es ir todos a una. Vivo en un quinto piso sin ascensor. Todos más o menos estamos de acuerdo en ponerlo, pero siempre sale el que quiere ser presidente de la escalera que dice aquello de «yo creo que aquí no se puede poner ascensor», pam, ya la hemos cagado. Diez años más discutiendo. Y sin ascensor. ¿Sabéis quien es, no? El del bajo, sí, sí, el del Valle de los Caídos.