Hoy quiero hablar del tema del CNI y lo que pienso. Ya soy consciente de que escriba lo que escriba alguien se enfadará, pero la vida es así. Además, quiero amortizar los 3.600 euros que me costó un master sobre Inteligencia Civil.
El 7 de agosto de 2017 entrevistaba al comisario jefe de los Mossos en Tarragona. (Ahora un cargo importante en el cuerpo). En la grabadora quedó una pregunta que no tuvo respuesta: «Ya controláis el alquiler de furgonetas?». La intuición me hizo preguntar eso diez días antes de los atentados. No sé por qué. Quizás el master me sirvió de alguna cosa. En aquel momento ya dije que besaría a todos los que participaron en la desarticulación de aquellos indeseables, pero también critiqué la falta de control. No entendía cómo, durante meses, furgonetas cargadas de bombonas podían cruzar Cataluña sin que «nadie» se diese cuenta. Tampoco entendía aquella falta de control en el alquiler. Pero estaba equivocado, parece que sí que lo estaban controlando. No pensaba que la explosión de Alcanar fuese de origen terrorista porque hacía pocos días que se había producido una similar en un chalet de Calafell por un tema de drogas. Entonces, ¿Qué pasó? Me mojaré: creo que los investigadores querían enganchar a toda la célula en vez de detener sólo a una parte. El «momentum» preciso de actuar es complicado cuando se habla de grandes organizaciones criminales. Si se interviene demasiado pronto, desaparecen miembros importantes de la red y, si se hace tarde, pasa lo que pasó. Creo que no se trata de una conspiración de la magnitud de lo que estoy oyendo estos días, opto más por una incompetencia a la hora de parar los planes. Hoy la cosa iba en serio.