Cuando era joven tuve un conocimiento emocional con una chica muy simpática. No os tengo que explicar cómo funciona el mundo y que del amor al hecho carnal sólo hay un paso. (Naranjito y Malú sólo dieron medio paso). Cuando me encontré en aquel momento de pecado, me sorprendió que la chica no llevaba las piernas depiladas. La miré sorprendido. Ella enfocó a mis ojos, sonrió, miró hacia mis piernas y dijo: ¿Y tú? Aquel «y tú» me hizo pensar y razonar que si yo me podía dejar barba y despreocuparme de aquellos pelos, ¿Por qué ella no tenía el mismo derecho? La cosa va de que un concejal del Partido Popular ha tuiteado que Irene Montero, a quien ya le han puesto el alias de la «vicepresidenta», luce en una foto los pelos de la axila sin depilar. El individuo en cuestión, Don Jesús López, dice literalmente «Espero que si esta tipa es vicepresidente del Gobierno de España se afeite los pelos del sobaco cuando nos represente». Creo que ya es inapropiado decir «tipa», pero más inapropiado es que individuos así nos representen en un ayuntamiento o donde sea, afeitado o sin afeitar.
Ahora me he imaginado que me llamasen a mi para hacer de vicepresidente. ¿Qué pasa? También soy de izquierdas. Tendrían que tuitear diciendo que soy un gordo, que se me ve el cartón, que siempre voy con camisas sudadas y que llevo una barba propia de Tom Hanks en Náufrago. Pero eso no pasaría, un hombre puede ir como le dé la gana. ¿No? Quizás me criticarían porque soy un buenazo y no sirvo para la política de guerras de ahora. Hay que ser muy resistente. No que no sé si es resistente es la cara del pepero que ha tuiteado eso, pero parece bastante dura.