El Congreso y el Parlament están desaprovechados. Son edificios que cuestan de mantener, pero que no ingresan ni un euro por ninguna actividad, a excepción, claro, de los gin-tonics que se venden a 3,5 euros. Si usted es una persona con estudios, como Casado, probablemente habrá pensado que las resoluciones que se aprueban nos aportan un beneficio. Si usted tiene un banco o una gran industria, tiene razón. Si es un trabajador, el único beneficio que puede tener es el gin-tonic barato si va de visita.
Hemos entrado en un bucle discursivo que se repite. Podemos quitar el volumen de la televisión cuando alguien charla en el estrado porque ya sabemos lo que dirá. Siempre dicen lo mismo. ¿Le suenan palabras como constitucionalista, responsabilidad, populista, vergüenza, traición, mentira, golpista, fascista, banda? Bien pensado, se podría escribir una obra dramática con estas palabras. De eso hablaré: de obras dramáticas y escenarios políticos. Quizás no saben que Alejandro Fernández, el «nuestro», se marcó una canción para despedir su discurso en el Parlament de Catalunya. Lástima que la Malú y la Inés no estuviesen en la Ciutadella para acompañarlo. En Madrid, Aitor Esteban definía a los de Ciudadanos como «mariachis». ¿Qué? Ah, que explique el chiste del peneuvero. Pues van dos vascos a coger setas. Uno de ellos se encuentra un reloj Rolex de oro y grita: «¡Aitor! ¡Aitor! ¡Mira qué he encontrado!». Y el otro le contesta: «A ver, ¿vamos a setas o a Rolex?». En el Congreso también oímos a Laura Borràs que se estrenaba recitando versos. Por eso, creo que tendríamos que empezar a hacer los plenos en el Liceo y en el Teatro Real. Tranquilos, que ya gestionaré yo que los gin-tonics también sean a 3,5 euros.