Alguna vez me habréis oído hablar bien de gente del PP, como Alejandro o la Sra. Vedrina. Eso extraña a mis amigos, porque saben que a mí me gusta más un referéndum que a un alcalde las rotondas. Hablando el otro día con un político que ha cambiado la Imperial Tarraco por la Corte Imperial, dije que el Alejandro me caía bien. Tengo la sensación de que alguna cosa le pasó al Fernández para tener esta rara pasión por estar en un partido que comparte sede con un sindicato de prisiones. ¡Vale! ¡Vale! Ya paro de ironías. Para que no se enfade la Junta Electoral, seré paritario: creo que a Pedro Sánchez también le pasó alguna cosa de pequeño. Quizás fue jugando a baloncesto con un equipo modesto de Vallecas. Por cierto, allí tenían un base con coleta, ¿no? Al «presijet» le debían dar Potitos de ego que no contenían rabos de pasas.
He oído a CAT, Cayetana Álvarez de Toledo, diciendo que a Sánchez tendría que dejar de ser Sánchez. Y eso me ha dado una idea. Podríamos reunir neurólogos de Sant Joan y de Joan XXIII. Abro paréntesis: ¡Qué manía con bautizar Joan a los hospitales! Ya puestos a enredar, podrían cambiar el nombre del Pius de Valls y ponerle «Joan 24». Cierro paréntesis. Pues los neurólogos tendrían que inventar un sistema para que el cerebro de los políticos cambiase de bando una temporada. ¿Os imagináis a Rivera en JxCat una legislatura? ¿O a Iglesias en Vox? ¿O Corbacho en Ciudadanos? Mejor, Pujol, presidente de Andorra. Sería divertido. Yo bautizaría la legislatura 2019-2023 como la del «Frankespain». Bien, después de este artículo quizás quien necesitará un facultativo seré yo. No, un neurólogo no, un buen dentista.