Buenaaas! Cómo están ustedeees? Calor, no? Es lo que tiene vivir aquí y no en Valverde de la Sierra, en León. Cuesta ser creativo ante un ventilador, parece que las ideas se las lleve el viento, como en la película, o que me haya convertido en un anuncio de L’Oreal. Iba a escribir un artículo titulado «Salvini es un hijo de puta», pero me lo he pensado y no quiero acabar en una cuneta, como el pobre García Lorca. También es verdad que temo que, si dejo de hacer reír aquí, me echen y pongan en mi lugar el careto de un notario opinando sobre herencias o a un político hablando… también de herencias. ¡Mira! De eso hablaré, de políticos y creatividad. Poned música de ascensor.
Durante diez años viví en Cornellà de Llobregat y, de tanto en tanto, iba al Mercadona. A menudo, saliendo del supermercado, veía por la acera una figura singular. Traje negro, alto y pelos al estilo Carles Puyol, pero sin pinta de futbolista. Bueno, quizás para un equipo de veteranos… Un día le vi claramente: era el Joan Tardà, el d’ERC. Yo, de joven, quería ser Felipe González, pero hoy en día creo que no simpatizaría mucho, así que me busqué un nuevo ídolo. Finalmente me decidí por Tardà. Vecino, profe de literatura, simpático, cómico en las formas y buena persona. Pero no sé que ha pasado que cada vez le critican más. Por eso, he pensado que quizás seré Rufián, que triunfa más entre las mujeres y es un buen cómico. Pero, ¡también le critican! ¡Caray! ¿Hay algún político al que no critiquen? ¡Ya lo tengo! Ya sé quien quiero ser. Carácter campechano, también hacía reír… y parece que le dejan bastante tranquilo. Quiero ser Labordeta. Pero vivo, eh, no jodamos.