Un hombre de negocios como Donald Trump nos ha mostrado el camino para solucionar el conflicto catalán sin saberlo. ¿Cómo no lo había pensado antes? A Trump le gusta Groenlandia y, como él cree que todo tiene un precio, ha sacado la cartera gritando «¿Por cuánto me lo dejas?» y mostrado aquella tarjeta amarilla de CaixaBank. Pero se ve que en Dinamarca no tienen un terminal TPV que lea esa tarjeta. Trump se ha enfadado mucho y ha anulado la visita oficial al país. «O me venden Groenlandia o no pienso ir», ha gritado a su mujer mientras jugaba con la Play.
No creo que tenga que deciros que los catalanes son los mejores comerciantes del mundo. ¿No? Id al mercado de Bonavista un domingo. El caso es que tenemos que hacer una reunión urgente con el Torra, el Aragonès, el Riera, la Borràs (tiene cara de buena regateadora) y, si me lo permiten, iré yo también, que vendí coches antes de ser periodista. Entonces, se acordará un precio de compra y se enviará una oferta por burofax a la Zarzuela. Pero, ahora que lo pienso, viendo que es más probable que Franco vuelva a la Plaza de Oriente que no que nos den la independencia, ¿No sería más práctico vender en vez de comprar? Pensadlo bien. Ellos nos cubrirían de billetes de 500 euros a cambio de olvidar la independencia. Estaríamos igual que ahora, pero tendríamos dinero para acabar la autovía A-27 hacia Montblanc, los trenes de Rodalies no se pararían cada tres minutos, no haría falta cerrar plantas de hospital y, quizás, sólo quizás, tendríamos suficiente dinero para convencer a Ikea para que viniese a Tarragona. ¿Y a quien enviaríamos a negociar a Madrid? ¡Hombre, la duda ofende! Al Jordi Pujol.