Hace semanas que pienso en qué me voy a poner en la Diada. Sí, amigos, soy de los que todavía siguen creyendo. Mi mujer está hasta el moño del tema. La camiseta oficial y el casco amarillo no me convencen, así que me ha hecho una camiseta que pone Actualitat Penal. Inicialmente era para hacer publicidad, pero después me he dado cuenta que tenía una cierta gracia y un doble sentido. Pero, claro, también podría ser que me haga perder el sentido de una doble ración de ostias en el Metro… unos por pensar que estoy haciendo coña del Supremo y los otros creyendo que hago mofa de los presos políticos. Descartada.
Entonces, me he dicho: cualquier camiseta sin identificación servirá. He ido al armario y, no lo entiendo, ¡Se han encogido todas muchísimo! Parezco Torra metido en el bodi de Miguel Bosé del 1977. «Eso son las tripadas que te metes en el Sol Ric», ha gritado mi mujer con retintín. Tema aclarado. Ha aparecido una camiseta negra, apolillada, que debí comprar por error. Me queda bien, pero es muy sosa. «Cariñooo! (había que empezar bien) ¿Le podrías añadir algún detalle amarillo, que se vea que voy a la mani?». Ella, que hace camisetas a todo el mundo menos a mí, me ha puesto un dibujo de un lazo amarillo sobre el corazón. Eso sí, después de tirarme por la cabeza toda la vajilla y pedirme el divorcio. Al final, he salido con mi original camiseta a la calle para coger el coche. ¡Osti! Llueve y hace frío. He vuelto a casa y he cogido una parca para taparme. Finalmente, he llegado a la calle Rocafort de Barcelona con el abrigo que me cubría la camiseta. Una de mis amigas ha lanzado: «Ya podías haberte puesto una camiseta con algún detalle independentista, no?». Ahora estoy en comisaría acusado de tentativa de homicidio.