Entre 1977 y 1978 murieron en las carreteras españolas 13.000 personas. En aquellos años, en el aeropuerto de Los Rodeos, en Tenerife, un choque entre dos aviones dejó 583 muertos. Todo el planeta se horrorizó por el accidente de los aviones. Los que murieron dentro del coche, pues, eso… la estadística… el riesgo… Vaya, lo normal.
Ahora hará unos siete años que la moda del cigarrillo electrónico llegó a nuestro país. Las tiendecitas de venta de estos nuevos aparatos empezaron a aparecer en las calles como setas en el monte. Paseaba por la calle August y me encontré a la Salud, una amiga periodista, tomamos una cerveza en una terraza y observé que llevaba uno de estos inventos. Me aficioné mucho a fumar en estos aparatos e incluso llegué a hacerme mis propios líquidos en casa. Y pasó un hecho sorprendente: mientras miraba qué dispositivo comprar o hacía aromas… no fumaba. Tanto era así que después de cuarenta años dejé de fumar sin darme cuenta. En los siete años que hace que se venden los cigarrillos electrónicos han muerto 56 millones de personas en el mundo como consecuencia del tabaco. Pero, claro, ahora lo que horroriza es la noticia de cinco muertos (5) relacionadas presuntamente con el cigarrillo electrónico. ¡¡Cinco muertos!! ¡¡Qué horror!!! Los grandes oligopolios del tabaco no pueden permitir que el negocio se les vaya al carajo y no paran de impulsar estudios y noticias pagadas con millones de dólares para demostrar que vapear es como votar en el referéndum. Los Estados Unidos están en alerta y empiezan con las prohibiciones. Pero el tabaco es buenísimo y el negocio de la salud en los Estados Unidos también. Vaya, lo normal.