Queridos lectores y amigos. Vosotros no lo sabéis, pero me estáis haciendo ahorrar mucho dinero. Ya no hace falta que vaya al psicólogo, porque descargo mis neuras aquí. Los psicólogos son aquellos profesionales que hacen eso que ya nadie hace: oírte. Tienen una parte mala: cobran. También una parte intrigante: son como la izquierda española, que cada día aparece una escisión diferente: los lacanianos-freudianos, los conductistas, los humanistas y, la mayoría, economistas. Había ido al psicólogo alguna temporada de mi vida, pero lo dejé. Por eso continúo más desorientado en la vida que quien abre y cierra las puertas del Congreso de los Diputados.
Cada mañana me pongo delante del teclado para escribir este artículo y decido si hago de cómico o de periodista. La mayoría de veces empiezo animado y pienso en los chistes, pero después, cuando oigo al Basté o a la Terribas y me sale el Míster Hyde. A veces oigo que conectan con Esteve Giralt o Coia Ballesté y pienso «mira, otros que madrugan». (Besos a todos los compañeros de la radio).
Pues yo voy al psicólogo porque me pasa como al niño del «Sexto sentido», que veo cosas que otros no ven, pero en mi caso son cosas que he «sentido en la Sexta». Veo auténticas barrabasadas que destrozan lo que aprendo en las clases de Derecho, pero se ve que sólo las vemos el Joan Queralt y yo. Ni los colegios de abogados, ni el de jueces, ni fiscales, ni colectivos progresistas, ni Víctor Manuel, ni ninguno de los que se manifestaban contra las injusticias como el «no a la guerra». Estaría bien que hiciesen un «no a la impunidad». ¿Veis? Yo iba a hacer bromitas y ya me he cabreado. ¿Conocéis algún psicólogo baratito?