Mi mesa de oficina la ocupan tres grandes pantallas conectadas al ordenador. Habitualmente, lo que hago es ver lo que escribo en la del centro, pero miro atentamente la evolución de las redes en las pantallas laterales. He puesto a los «rojos» en la pantalla de la izquierda, y a los de la banderita en el otro lado. Me pego un hartón de reír viendo como se trata un mismo tema a un lado y al otro. Es socialmente curioso. Legionarios, Cataluña, Amancio Ortega o los toros… es igual de lo que hables, siempre hay dos bandos. ¿Qué unos futbolistas humillan a unos indigentes? Unos dicen que es una ignominia y los otros que estos mendigos se hacen casas de lujo en sus países. Ahora que hablamos de mansiones. He visto en una de las pantallas una noticia que decía que María Teresa Campos no tiene un «duro» y ya no puede mantener su mansión de 4,5 millones de euros. Vaya, que está arruinada. Son circunstancias que me cuesta comprender. La Campos, a quien siempre he admirado, cobra en diez años lo que usted, su hijo y su nieto cobraran durante toda la vida si no les toca el Euromillón. No lo entiendo, porque la María Teresa no tiene pinta de ser como los futbolistas retirados, que se funden el dinero en coca sin cola. También me ha sorprendido que la NASA haya empleado mil millones de dólares para grabar el sonido del viento en Marte, si no tienen Fucking Money Man ni Rosalia. Mientras tanto, continuamos teniendo cáncer, la gente muere sin seguridad social en EEUU y aquí, miles de espectadores en pobreza extrema aplauden a las Campos. Ya no tengo salud para hablaros del foso con cocodrilos que quiere Trump para la frontera. ¡Calla! ¡Qué gran idea para la AP-7 en Ulldecona!