Diari Més

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Como periodista, he de reconocer que las filtraciones han sido una de las herramientas que he utilizado para sacar alguna noticia. Por tanto, sería cínico criticarlas. Y también sería incorrecto que la sociedad criticase a quien publica una noticia que le ha facilitado una fuente fiable que quiere permanecer en el anonimato. Una vez, mi juventud y mi abogado me recomendaron revelar la fuente porque venían mal dadas. Lo hice y me salvé de aquel susto judicial, pero me he arrepentido toda la vida. Hay puertas a las que no he podido llamar nunca más. En un despacho, alguien me recordó que yo tenía derecho al secreto profesional y él tenía derecho a meterme en el trullo. No tenía otra opción. Me ganó el miedo. Las investigaciones para adivinar de dónde ha salido alguna filtración, eso que técnicamente denominan «Revelación de Secreto Sumarial», se quedan siempre en nada. Pepito dice que se lo dijo Juanito. Juanito, que se lo escuchó a Quico. Quico, que el Manuel se lo explicó en una fiesta… y Manel dice que lo oyó por la radio. Y así hasta que se acaba la paciencia del instructor. Es el misterio de las filtraciones.

Un magistrado me dijo un día que no entendía cómo una declaración hecha ante el funcionario, el acusado y él en un despacho cerrado, podía aparecer al día siguiente en la prensa. En aquel momento hice eso que los magos no hacen nunca: revelar un truco. Os lo revelaré también a vosotros porque ya hace muchos años. Le pregunté qué hacían con el papel carbón que utilizaban para las copias con la Olivetti. Me contestó muy normal que lo tiraban a la papelera. Sonreí. Entonces le cambió la cara.

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