Diari Més

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Desgraciadamente se han cumplido los pronósticos pesimistas y la sentencia del Tribunal Supremo ha confirmado que el conflicto entre Cataluña y el Estado español nos acompañará durante la próxima década. Intentar resolver por la vía judicial lo que es un problema político mayúsculo ha sido un error garrafal. Como lo fue en su momento «pasar el cepillo» por el nuevo Estatuto surgido de la voluntad democrática y política del país. Los condenados y sus familias sufrirán en primera persona este disparate histórico y a los abuelos y abuelas de Reus se les gira trabajo. Y a sus hijos, en los suyos limpios|netos, en sus besnets... Escribo este artículo minutos después de la publicación de las condenas y antes de conocer en detalle la reacción ciudadana y política. La de los partidarios del derecho a decidir y la de los que no lo son. Si he visto que el Ayuntamiento de Reus ha suspendido la actividad institucional en desacuerdo con la sentencia y que los promotores del #TsunamiDemocràtic han dado los primeros pasos para expresar públicamente el rechazo a la decisión judicial a través de columnas ciudadanas. Son dos muestras del panorama en el cual estaremos inmersos durante mucho tiempo y las próximas semanas con especial intensidad por la proximidad de las elecciones del 10-N. La sentencia no contribuye a generar una atmósfera propicia al diálogo, único camino para resolver las diferencias de fondo y de forma de lo que desde Madrid califican de desafío catalán o conflicto catalán. Es miope pensar que el desafío o el conflicto son sólo catalanes. Lo que tenemos encima de la mesa es un reto que concierne Cataluña pero también a España y que exige conocimiento y generosidad para tener suficiente visión de futuro. ¿O quizás alguien cree que más de 2 millones de personas cambiarán de opinión atemorizadas por la sentencia del Supremo? Deseo que todo el mundo tenga la cabeza fría y el corazón caliente para ejercer y respetar los derechos democráticos en la calle y en las urnas. No hay ningún otro camino. La plaza del Mercado ha sido escenario durante muchos meses de la constancia y persistencia de los abuelos y abuelas de Reus y de su comportamiento ejemplar. Hacemos caso a las personas mayores. La mayoría las han visto de todos los colores y en cambio se han mantenido firmes a la Mercado y en la plaza de la vida. Tomemos nota. Los que defiendan el derecho a decidir y los que no. La convivencia pide reconocer a los otros y llegar a acuerdos, no para encarcelar a nadie. Esta sentencia, de momento, nos condena a todos.

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