Diari Més

Creado:

Actualizado:

Después de pasar el día por el Eixample de Barcelona haciendo encargos y dejando la moto en la puerta de donde iba, volví a Tarragona para asistir a una reunión del colegio de Periodistas.

No sabía donde dejar la moto. Aquella hilera de la Rambla Vella estaba más llena que el buzón de sugerencias del PSC, y aquel túnel de la plaza Verdaguer parecía la lista de bajas de Ciudadanos.

Tenía dos opciones: tragármela o dejarla en la acera. ¿Qué queréis que os diga? Me gustan los montaditos, pero los de 300 kilos de hierro se me indigestan. Al cabo de un ratito, la Urbana me llamó muy amablemente para decirme que tenía la moto mal estacionada. Di las gracias y, al bajar, me encontré una carta de amor de 200 euros.

¿Por qué cojones me habían llamado entonces? Pagué religiosamente. El pasado junio dejé la moto en otro lugar, una acera de 30 metros de ancho que se ve que molestaba al paso de un tráiler de diez ejes cargado de niños que tenían que pasar justo por allí. Presenté alegaciones y se han limpiado el culo con mi papel. Por el anverso y por el reverso. Eso sí, la oficina de los recursos está en una calle que le viene al pelo: calle Asalto.

Señores, no estamos en Nueva York, ni en Berlín, ni en París, urbes de primera división con servicios y salarios que duplican los de Tarragona. En Nueva York puedes pagar 250 dólares por una multa de tráfico. Hay un dicho que se ha hecho popular por las redes “los Policías Locales sólo sirven para poner multas”. ¡Mentira! La policía municipal, de proximidad, es más nuestra que las otras, y tanto o más eficiente. Pero, hijos míos, no quiero financiar yo solo las obras del anfiteatro. Coñe, llamad a Amancio Ortega, él también tiene moto.

tracking