Diari Més

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Ayer me levanté con ganes de ir a Madrid. Hice la ruta por Teruel, para comprobar que todavía existe y comprar un jamón. Tenía miedo de que me parase la Guardia Civil porque con el jamón atado a la moto parecía un cowboy indepe con un Winchester en las alforjas. Ya me pasó hace 25 años, que me pararon para preguntarme si era un etarra. Dije que no, y me dejaron continuar. No, no es un gag de José Mota, es verdad. De todas formas, siempre llego conmigo el boli que me regalaron en el cuartel de Tarragona como amuleto. Bueno, vamos al grano…

Al llegar a Madrid me dirigí a la Castellana y aparqué la moto sobre la acera, delante del Instituto Nacional de Estadística, conocido entre los amigos como INÉ. Tranquilos que aunque el nombre se parece, la Arrimadas todavía no es la presidenta. En Madrid sí que me atrevo a dejar la moto sobre la acera porque, en Tarragona, te vienen con un kalashnikov en el momento en que la rueda toca el bordillo. En la «villa y corta» me dediqué a seguir con una libreta en la mano a los funcionarios que salían a desayunar. Una de ellas se mosqueó y se dio la vuelta. «¿Qué hace usted?», preguntó. Le contesté muy clarito: «Perseguirle para saber a dónde va». «¿Qué clase de depravado es?», dijo con tono de «usted no sabe con quien está hablando». «No tiene por qué preocuparse, sólo me interesa saber qué recorrido hacen en el INE, para saber qué bares son los mejores de la zona. Claro que puede usted no salir los días que yo vengo y no detectaré sus movimientos». «¿Y eso, con qué permiso?» «Con el mismo que vosotros medís los movimientos de millones de móviles». «Catalán tenia que ser...» ha dicho antes de continuar caminando.

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