Me ha dicho un amigo que estoy muy preocupado por la política, que deje ya la guerra y escriba de temas menos bélicos. He ido al médico para que me mire la tensión y también para que certifique que yo importé el colesterol a Cataluña. Me ha recomendado que deje de fumar TV3 y que quite de casa los posters de la Rahola. «Cuando llegue del trabajo, ponga una serie de Netflix y olvídese de todo». Y lo he hecho. Ahora veo la tele generalísima, quiero decir generalista. Tele5, Antena3, La Sexta y esos canales tan serios. Así que ahora me dedico a ver anuncios. A veces, los interrumpen con cinco minutos de programa, pero después vuelven y soy feliz entre colonias, gente que pide peras jugosas y mensajes de «conoce chicas en tu barrio». Deben saber que estoy muy solo desde que no miro política por la tele. Por cierto, se ve que ya ha llegado la Navidad. No, todavía no he visto el anuncio de Freixenet, pero ya tenemos el de la Lotería. Cuando lo he visto, he llorado, como cada año, excepto con aquel que grabó Raphael y la Caballé haciendo de «Los Otros».
El anuncio de este año empieza con un señor que va por una calle desenfocada, toca el timbre y entra en la casa de su ex-nuera. La cocina también está desenfocada, se ve que aquel día había niebla. Entonces llega el momento clave: el hombre le pide diez euros. Primero ella se sorprende y, a continuación, él le explica que es para compartir un décimo de lotería. ¡Oooh! La mujer se emociona. Se abrazan, ella le dice que la hará llorar… Todo muy bonito, muy nostálgico… pero… ¿Y los diez euros? ¿Dónde están los diez euros? ¡Paga, osti, paga! Nada, ya me he cabreado, como si viese 13TV. Quizás sí que necesito una chica de mi barrio.