Diari Més

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Estoy baldado. No, no vengo de votar, es que el sábado fui de boda. Os defino brevemente como tengo hoy la barriga: Chernóbil. Se casaron dos amigos, la Bea y el Iván. Gente maja, y seguro que serán felices… porque no les interesa la política. Hacía tiempo que no entraba en una iglesia, y tampoco había subido nunca al Loreto. Sí, ya lo sé, soy un desastre de tarraconense. Pero, para compensar, conocía todos los bares del Port Esportiu, un nombre curioso porque lo único que se hacía era consumir agua mágica. Bien, también se intentaba convencer alguna muchachita para ir al Loreto.

Después de mirar el meteocat, el meteosat y el «meteosencasaquehacefrío.com» estábamos contentos de saber que no llovería. Aunque eso del viento no lo pensamos. Poned música de Benny Hill e imaginaros los pavos reales y las palmeras del Parc Samá volando junto a una novia. Parecía un hada con velo y cola, un hada voladora. Hacía muchos años que no iba a una boda-boda. Lo digo así porque hay quien se casa por lo civil, en el notario, en el ajuntamiento… al final la gente se podrá casar en un mitin del Albert Rivera. Ah, no, que este ya no casa porque está… en casa. En la boda de la Doro i el Sisco, hace 37 años, en Salou, fui testigo. Éramos dos. Entramos en una salita y firmamos para dar fe de su amor. Ahora, el cura dice aquello de que suban los testigos y toda la población de Tarragona se va para el altar a rodear a los novios mientras dicen aquello de «en la salud y en la enfermedad, en la riqueza y en la pobreza…», a lo que ellos responden «Sí, no, sí, no…». Me parece que me está gustando la cosa y ya me he comprado un traje amarillo para la boda del Picapiedra y el Mármol. Yo llevaré los anillos, serán grandes, tendrán una cadenita y se abrirán con llave.

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