Antes de que me critiquéis por un titulo grosero, os diré que polla díndia es el femenino del pavo en catalán. Pompeu Fabra debía estar cabreado aquel día. Pues ayer puse la tele y en el informativo había dos animales con plumas en una habitación de hotel, pagado por el presidente del gobierno. Sí, amigos, lo habéis adivinado: se trata del pavo que el presidente Trump ha indultado para que no los maten por Acción de Gracias. Ahora, los animalistas podéis iros a fumar al balcón.
Recuerdo aquella época en que las empresas regalaban a sus empleados un pavo por Navidad. Todo el mundo estaba muy contento, pero, claro, después de pasar unos cuantos días con el animal en la cocina, le cogías cariño y, a ver quién lo mataba. Primero porque a ver quien lo mataba en el sentido de que perseguir a un pavo por un piso con un cuchillo en las manos es complicado… y feo. Por suerte siempre teníamos en casa a la abuela o la suegra -que eran de pueblo- y que decían aquello de «¿Qué no hay huevos?», y no lo decían por los que ponen las aves. Y segundo, porque un animalito haciendo «prlrlrl brulululú» tres días en casa te seduce. Siempre es el mismo discurso, pero a los pobres no les han enseñado otro. A mi me recuerdan al Parc de la Ciutadella… Quiero decir al zoo.
Al final, la familia acababa arrinconando al pavo en la esquina de la puerta, donde dejamos las llaves y el paraguas. El recorrido de la bestia quedaba marcado por sillas en el suelo, vasos rotos y alpargatas lanzadas sin puntería. Por eso, las empresas te regalan ahora un jamón. Una vez muerto, el bicho se mueve menos que el salario mínimo. Otro día os hablaré de ciertos políticos que son la polla, pero no díndia, no, de aquí, de aquí