Hoy he salido a comprar por el barrio. Al llegar a la calle Pin i Soler he visto que ya no había pavimento, ni aceras, ni árboles. He preguntado a un señor que caminaba saltando por encima de las piedras qué había pasado. «¿Ya han empezado a construir el metro en Tarragona?» Me ha contestado que no, que el Gobierno había decidido cerrar las calles por donde pasan los independentistas. Se ve que el ministro ha salido por la tele diciendo que, si cortan las calles, evitan que los sediciosos salgan de casa para reunirse.
Extrañado, me he dirigido al kiosco para comprar una revista de estas de reportajes de investigación -donde también hay alguna foto picante, pero eso no me interesa-. Estaba cerrado. He ido al Petit Tarraco a tomar una cerveza y estaba el amo del kiosco tomándose una. «Nos ha venido un funcionario con un traje negro y nos ha dicho que quedaba clausurado porque, probablemente, estábamos vendiendo diarios catalanistas». ¡Caray! He empezado a preocuparme. Algo raro pasaba y, como hacemos todos en estos casos, he sacado el móvil para mirar en Twitter o Facebook alguien lo explicaba. Al abrir la aplicación me he encontrado la cara de Pedro Sánchez con la lengua fuera y un mensaje debajo que decía «Error 155». I más abajo, en letra pequeña decía que sus robots habían detectado las palabras «rusos», «independencia» y «precursores de albóndiga» en mi cuenta de Facebook y habían decidido cortarme internet de forma indefinida. «Si quiere reactivar su servicio de internet, tendrá que escribir claramente las palabras: «Franco», «la Collares», «Super-mega Constitución» y/o «a mí la Legión». De repente, he despertado y estaba en una prisión turca. ¡Uf! He respirado aliviado.