Hoy os hablo de Bárbara Halle, la compañera de despacho de Perry Mason, una serie de abogados de cuando Ernest Maragall todavía ligaba. Y es que hoy como con los «del despacho». No, no tengo empleados, pero cuando como con Zapater, la Manuela Perea y Aina, parece que yo también trabaje en su bufete. De hecho, ahora que voy para jurista, creo que le quitaré el sitio a Paco. Será el despacho Peñalver-Perea, el «PP». ¡Ostras, nooo! Hace años di una charla a los Juristas Demócratas. Al acabar, Paco me presentó a una chica rubia y me preguntó: «¿Qué te parece Manuela». Lo miré como si estuviésemos en un mercado de esclavos y tuviese que comprar una abogada. Manuela me pareció buena persona, dulce y cariñosa, pero claro, era abogada. Algo no cuadraba. Que no os engañe su sonrisa angelical, cuando entra en un juzgado hace como Hulk y se transforma. Tan pronto defiende a un descuartizador, como te quita una multa que te llevaría a Caritas. Como dirían en el pueblo de su madre: «¡Tiene una cabeza como para que se le olvide un recao!». Yo creo que haríamos buen equipo, porque ella es animalista y yo soy un burro. También es buena cocinera y, de tanto en tanto, trae pestiños, que también algún día regala a los magistrados del Supremo, aunque a ellos les pone un poco de marihuana. Así gana todos los recursos. Como a los buenos cocineros, se le ha de comer aparte… porque es vegada. Un día, entrando deprisa al despacho, me pareció leer en la placa: «Paco Zapater & Manuela Perea, ¡Qué Cruz!». Subí pensativo en el ascensor, hasta que me di cuenta que en «Los Ángeles de Charly», también estaba África Cruz, que será la que pagará hoy en el restaurante. ¡Sorpresaaa!