Ayer confundí el café descafeinado con el arábico «superfuerte de la muerte» y he pasado la noche como cuando era joven, sin dormir. La diferencia es que ahora estoy vestido. No sé si os pasa a vosotros que, cuando os quedáis sin móviles, teles, ordenadores o alguien que os habla -acostumbra a ser tu mujer- empezáis a pensar en la vida, la felicidad y la declaración de la Renta.
Pues me he levantado filosófico y preguntándome quién soy y de donde vengo. ¿Qué es el universo y, sobre todo, por qué los hombres cuando vamos a comprar al Mercadona montamos atascos en los pasillos. Incógnitas de este estilo. No, tranquilos, que no diré aquello de por qué los kamikazes llevaban casco o por qué desinfectamos el suelo con legía cinco minutos antes de que entre de la calle toda la familia con los zapatos sucios. Cuando un barco se hunde ¿En qué momento tiene que dejar de funcionar el bar? ¿Tienes que pagar la cuenta de un restaurante de Cambrils si ves venir un tsunami? ¡Ay, que ya me estoy liando! ¿A qué edad puedes ir a la cárcel por dejar a tu hijo solo en casa? Porque, claro, sé de casos en que el niño tiene 3 años, todavía juega a la play y es líder de un partido político porque no tiene profesión reconocida. ¿Dónde hacen el curso sobre cómo comportarse en una cola? Si, por ejemplo, te da un apretón cando estás en la cola de presidentes autonómicos, en la Moncloa, y tienes que salir corriendo para el lavabo… ¿Puedes volver al lugar que ocupabas? ¿Y si quien te guardaba «el aparcamiento» ya ha dimitido por corrupción? Si eres marxista-leninista y un vecino del PP o del IBEX te invita a su boda ¿Tienes que ir? ¿Tienes que llevar una media en la cabeza si Ortega Smith te pide hacerse un selfie contigo? No sé, estoy confuso.