Comienzo el día con una cita de un tío mío. Lo decía para reflejar que todo el mundo va a su rollo en esta sociedad. La cita es cortita y clara, la escribo tal como la oía de pequeño: «Lo bueno pa’ mí, lo malo pa’ ti». Un día estaba viendo por la tele entrar a declarar a Oriol Junqueras y, de repente, aquel mismo día entraba en la cárcel. Ayer, al ver al juez flamenco diciendo -en un castellano bastante claro- que Oriol era inmune, pensé que la moviola iría al revés y que el TJUE llamaría a Marchy y le diría que dejase en libertad inmediatamente al eurodiputado. ¡Oh, sorpresa! Aquí ya la cosa no es rápida, se han de hacer más gestiones, bla, bla, bla. Y, pensando pensando, me he dado cuenta de que cuando te viene la mierda encima, te cae tan rápido que no tienes ni tiempo de ponerte ni una bolsa del Carrefour para que no te destroce la permanente. Es decir, que todo funciona como decía mi tío.
La declaración de la renda -lo bueno para ellos- no la puedes hacer más tarde del día que te ponen, pero, si te sale a devolver, las arcas estatales te pagan cuando les da la gana. El descuento de la multa te lo hacen si la pagas antes de un plazo determinado, pero si presentas alegación, ellos deciden cuánto tardan en darte la razón. Y mientras tanto, tu ya te puedes haber comido el papel de la multa, las uñas, el cúbito y la radio. Mucha Constitución, muchos derechos hacia los ciudadanos… pero cuando te dan con la porra en la cabeza -lo bueno para ellos-, y reclamas, tu ya te has llevado el golpe, y ellos están haciendo una auditoría, una investigación, tomando medidas o haciendo un cocido madrileño mientras tu ya puedes esperar sentado, o en la cama, dependiendo de cómo ha sido el golpe y cantando «El anillo pa’ cuándo».