Hoy, mientras vosotros estabais tomando el café mañanero y mirando los periódicos por si esta noche se ha arreglado alguna cosa en la cama entre Pimpinela y el Joaquín -así se llama el hermano de la cantante- yo estaré haciendo un examen de Derecho. Ya sabéis, aquellas normas que ahora todos se las pasan por el Arco del Triunfo cada tres días. Coincidiendo con esta iniciativa de estudiar he empezado a recibir invitaciones por Facebook de chicas norteamericanas que llevan uniforme. No malpenséis, no son enfermeras afectadas por el cambio climático. Algunas son soldados, otras llevan toga y otras ponen la foto de la orla de Georgetown. Me ha extrañado que un estudiante de primero de Derecho barrigón y sexagenario interese a abogadas pijas.
Como soy admirador de Villarejo, pero también investigador innato, he buscado por las redes de dónde provienen estas muchachitas. Y, ¡Oh, sorpresa! También han estudiado Derecho y tenían un profesor que se llamaba… ¡Tachaaan! Moisés Peñalver, un juez de Nueva York. Muy amablemente he contestado diciendo que yo no era un magistrado, sino un prejubilado sedicioso con intenciones de aprobar un curso universitario. Después de eso, ya he dejado de ver Steffanies, Judys y Eleanors, para volver al día a día de la Pili, la peluquera; el Manolo de la panadería y una chica muy maja que me aceptó en un casting para bailar en la Flash Back en 1981. Por cierto, todas acostumbran a enviarme un primer mensaje que dice lo mismo: «¿Te acuerdas de mí?». No recuerdo a quien voté en las últimas autonómicas como para saber con quien me tomé un cubata radioactivo a las tres de la madrugada. Una persona en América que se llama igual que yo. ¡Alucino! ¿Por qué me miras así, Marc García?