Diari Més

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No es que esté interesado en hacer de mamporrero de Quim Torra y Pedro Sánchez. Tampoco me ha cogido un ataque repentino de interés por la política estatal, nacional, internacional o municipal, porque ya no sé cómo se tiene que llamar la mesa. Yo le llamaría la mesa de Ikea, porque seguro que al final necesitaremos un croquis y una llave Allen para acabar de montarla. Realmente, lo que me gusta es vivir bien. Cuando he oído Palau de Pedralbes ha salivado como el perro de Pavlov y me he imaginado caterings con gambas de Palamós, trufas con angulas y caviar con carquinyolis. Dormiría en el hotel Fairmont Campechano’s, des de donde podría ir caminando al palacio cada día Diagonal abajo. Llevaría un patinete de estos modernos, eléctricos, con un palo con una bandera española a la derecha y una senyera a la izquierda. El masajista del Barça vendría cada noche desde la Masía para frotarme los pies. Sí, sí, está claro, soy el mediador ideal entre los dos presidentes. Tengo el corazón socialista, el hígado independentista y el bolsillo de periodista. Ideal parejas.

Pero, claro, como soy auónomo, tendríamos que hablar de cómo se paga eso. ¿Cuánto cobra un mediador? He llamado a Naciones Unidas y dicen que no tienen una tarifa establecida. Por ejemplo, el secretario de estad norteamericano, Henry Kissinguer, conocido por haber conseguido que se pudiesen abrir bazares chinos en Rusia, se lo llevaba todo en gafas y peluqueros. Otros, como Aitor Esteban, con un entrecot y un tractor ya tenían suficiente. Pero la peor competencia es Pablo Iglesias, que por diez paquetes de pañales y la temporada completa de Juego de Tronos en DVD, les hace un completo.

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