Hola, amigos, ¿Como estáis? ¿Qué? Ya, asustados por la enfermedad. Normal, es que reunirse es la pandemia de estos tiempos y se está extendiendo de una forma escandalosa. En los años setenta había medio millón de empresas y se hacían cinco reuniones. Ahora hay tres millones de empresas y se hacen treinta millones de reuniones. Que si cogemos estas horas y las regalamos a los chinos que han hecho el hospital del Coronavirus, hacen una reproducción de Europa a tamaño real.
Decir que estás en una reunión te hace sentir importante, es cool, mainstream i mola mazo. Ahora llamas a alguien y pasa como cuando recurres una multa injusta, se produce un gran silencio. Tu vas diciendo: «¡Hola! ¿Hola?» Y, de repente, como si le hubiesen operado de amígdalas oyes a alguien que susurra: «Oyehhh, es que estoy en una reunionhhh». Se está haciendo el importante con los de la sala, como diciendo: «No puedo dejar solo mi departamento, no saben hacer nada sin mí». Entonces, yo respondo también con la voz de El Fary resfriao: «Yo también estoy en una reunionhhh, cuando nos desreunamoshablaremos». La primera media hora de la reunión se dedica a remover el café y a repasar lo que se habló en la reunión anterior y los puntos que quedaron pendientes. Después, se añaden los puntos del orden del día. A continuación, una persona se levanta y va a una pizarra blanca. Busca el rotulador y no lo encuentra. O lo encuentra y se ha secado. Entonces dice aquello de «traed un rotulador», que acostumbra a llegar cuando se ha acabado el show. Si hay un proyector, no se enciende y se pierden doce minutos toqueteando botoncitos. En fin, que he llamado a Sánchez para darle las gracias por sentarse a negociar y me han dicho que no, que él no viene a las reuniones, que está de vacaciones en la isla del Borbón. Sí, hombre, al lado de Madagascar, ahora se llama isla de La Reunión.