Tengo problemas para entender el mundo, pero no me refiero al rescate bancario, por qué no se investiga la receta de la zarzuela o a cómo sobrevive un autónomo. Lo que me chocan son cosas como esta: Mi prima Pepi, que vive en Estocolmo, ha llegado a Barcelona en avión. Al aterrizar me ha llamado para decirme que no puede venir a Tarragona porque se lo prohíben. En aquel momento recibo un tuit: «Rodalies de Catalunya te informa de que está desaconsejado viajar». ¿Cómo que desaconsejado? ¡¡Está prohibido!! Le sugiero a la Pepi que mire si en el McDonald’s del aeropuerto tienen camas.
Mi amigo Toni ha ido esta mañana a trabajar al taller mecánico de Vila-seca. Continúan reparando coches, pero cuando estén arreglados nadie podrá ir a recogerlos porque no se puede circular. El Miguel, mi vecino, es conductor de autobús y hace su ruta para que la gente pueda ir a trabajar. Su familia, mientras tanto, está bien cerradita en casa para no contaminarse de la gente que va en bus.
Miro las noticias y estoy harto. Llevo 470 noticias de actos que se han clausurado, anulado, suspendido o aplazados. Que si la Semana Santa de Pekin, que si San Libro, que si la reunión anual de amigos de las mariposas amarillas, que si la subasta del pie incorrupto de Mariano Aro. ¡Cojón! Si han paralizado la sociedad ¡Ya se entiende que no harán nada! Dejad de anunciar anulaciones cada cuatro minutos, los que tenemos una comprensión lectora normal ya lo hemos entendido. Señores gobernantes, si tenemos que confinarnos, hagámoslo todos. Si se cierran las fronteras, cierren también los aeropuertos, ciérrenlo de una puñetera vez todo, excepto los servicios de alimentación, sanidad o farmacia. Este show me recuerda aquel concurso de la tele donde una concursante dijo que lo contrario de «Abril», era «Cerral».