De los creadores de «Paco el del Supremo» llega «Catalina la del Congreso». Ayer estaba viendo como Pedro Sánchez acababa su discurso, cuando se produjo un silencio, una pausa en que todos parecían estar pensando qué decir. Yo, viendo las caras, esperaba que pasase una cheerleader como aquellas del boxeo anunciando el siguiente round. O quizás harían un anuncio de relojes. Ya les iría bien, a ver si así llegan a tiempo a solucionar cosas, además de que le encantarían a los «turistas» de Suiza que hay por allí. Durante este silencio, la Batet hizo un gesto hacia la derecha (vaya, la derecha, derecha, físicamente, no a Abascal) y, como una bala, apareció una señora con unos guantes azules y una mascarilla y empezó a fregar el estrado del Estado como si fuese la nueva protagonista de Karate Kid. La Batet pronunció un discreto: «Gracias, Catalina». Y la Catalina, con aquel estilo que sólo tienen ella y Rafaela Aparicio, desapareció como un rayo por la derecha.
Pero entonces pasó algo que me dejó frío. Subió a hablar Casado para decir lo mismo de siempre y esperaba ansioso volver a ver a Catalina con su trapo-láser impartiendo justicia contra los virus del estrado. Pero no. ¿Dónde estaba Catalina? O no ha salido, o yo no la he visto. Entonces he pensado que esta mujer sólo limpiaba cuando hablaba Sánchez. Era muy extraño. Enseguida he cogido el teléfono para llamar a un amigo que tengo en prensa: «Alfonso, que soy Moisés, ya sabes, el del Diari Més que se tomo seis gintónics a tres euros en el bar del Congreso. Sí, el gordo. Que quería preguntarte ¿por qué Catalina limpia solo cuando habla el presidente?... ¿Cómo? No, no te preocupes que no se lo diré a nadie. ¿Que debajo de la mascarilla está quién? ¿Soraya? ¡No me jodas!»