Este título está en inglés. Traducidlo. De nada. ¿Es que no podemos vivir de una puñetera vez tranquilos en este país? No salimos de una, que ya estamos entrando en otra. Ahora he recordado mis primeros pasos como periodista, tenía 13 años y en clase pedí transcribir con una Olivetti un debate que hicimos sobre la crisis del petróleo de 1973. El mundo se hundía económicamente. Lo noté porque el General Prim se fue de la plaza para esconderse en el vestíbulo del Ajuntament de Reus.
Después vino la muerte de aquella viejísima persona que tenia como hobby fusilar gente. Después Tejero con su 18 de julio un 23 de febrero. El Jueves Negro del 1993 trajo una crisis con tres millones y medio de parados en España. En 2007 yo tenía un negocio. Y un día, de repente, se paró el mundo, como este 13 de marzo, aunque por aquel entonces la gente podía salir a pasear, pero sin un duro en el bolsillo. No sé que pasó pero no se vendía ni una escoba, y mira que había mierda en el país para dar y regalar. Fueron unos años en que se destrozó todo. El 1 de octubre de 2017 recordamos cuando los maestros todavía pegaban en los colegios. Y los políticos fueron a prisión, como si estuviésemos en el siglo XVIII. ¡Hala, otra crisis! Y ahora, cuando Pedro Picapiedra y Pablo Mármol nos tenían que traer la felicidad, nos llega la «peste» del siglo XXI. Ya sólo nos queda que se acerque a la Tierra un asteroide, que nos bombardee algún país zumbado, que llegue un huracán y que VOX presida el país. Entonces no sólo nos tendremos que confinar en casa, sino que tendremos que abrir los refugios. Y voy yo, feliz, la mañana del 13 de marzo a pedir una hipoteca. Es más fácil que me nombren obispo que pueda cambiar de piso. Perdonad, me llaman del Arzobispado.