Pedrito y yo tenemos que explicar una historia cada día y eso no es fácil. Por tanto, a menudo tiramos del recurso fácil que yo he venido en llamar: «Los Serranos». Sí, lo habéis adivinado, son los sueños. Después de cinco días sin escribir, ya os podéis imaginar que tengo el cerebro oxidado, como Mister coaching, así que tiro:
Suena la música de Vinicius De Moraes mientras voy haciendo footing por la Playa Larga con Pau Ricomà. Mira, los sueños son así! Vamos en pelotas pero con un lacito amarillo en el pezón. De repente, suena un móvil. Es un momento de confusión porque si voy desnudo, ¿Dónde llego el móvil? Dejémoslo. «Buenas tardes: Soy Yanny, però también puede llamarme Laurel. Le llamo de la compañía Acme de fabricación de mascarillas FP2, perdone que le moleste». Le he contestado que yo solo llegué a FP1 en el Instituto Baix Camp. Me ha cogido en un momento tierno con eso de la playa y la bossa nova (i vacía, soy autónomo) y le he dicho que tenía una voz muy bonita. Me ha explicado que es de una ciudad de la Amazonia brasileña y hemos hecho un Skype. Cuando he visto que encima de la mesa tenía una botella de cachaça y me hablaba de una tierra oprimida, ya me he enamorado. Total, que he quedado encaprichado de la Yanny Laurel y le he dicho a mi mujer que me iba a comprar tabaco. Hemos organizado una boda en una iglesia de Manaos. Ella ha llegado con un brillante Cadillac y estaba preciosa con su traje amarillo y su mascarilla FP2. Pero cuando he visto que en el altar había un comisario de la Policía Federal de Carreteras con bigote afilado, el presidente de la República, un general del Ministerio da Guerra y un cura que parecía Doc de «Regreso al futuro», he empezado a correr gritando: «¡Ostia, no! ¡Aquí no!». Me caí de la cama.