Os juro, o prometo, que cuando me levanto para escribir este artículo siempre tengo un talante humorístico. Pero es poner la radio, ver las redes, leer artículos injustos o ver como el CIS se «cisca» en la inteligencia de las personas humanas y ya no puedo.
Hace un mes que estoy entre cuatro paredes, sin balcón, sin perro, sin comprar. He estado más quieto que aquel Bobby del sombrero peludo del Palacio de Buckingham. Hoy he decidido ir a comprar a 500 metros de casa y voy cagado. No por el coronavirus, sino por las multas o la manera de «decir» las cosas. Te puede caer exactamente lo que a un agente de la autoridad le salga de allí. Quien valora si vas a comprar o no es él, haciendo de juez. Me he parado a pensar un instante en cómo me podría defender. Fácil: de ninguna manera. Eso creo que se llama inseguridad jurídica. No sé, pero encuentro a faltar que algún Colegio de Abogados, alguna asociación de juristas muy pero que muy progresistas y modernos empiecen a decir que la situación de autoritarismo y represión es inaguantable, poco ajustada a Derecho y una vergüenza. Sí, sí, tranquilos, no caigamos en la trampa: es necesario estar confinados, está claro, pero eso no tiene nada que ver con que las medidas represivas sean justas y legales. Ahora, para acabar de aliñar la cosa, vienen los del CIS con el trilerismo de la pregunta trampa y resulta que media España estaría a favor de recuperar los «Medios de Comunicación Social del Estado». ¡Venga, va! Estas 500.000 multas que se han puesto hasta ahora, ya veremos donde acaban. ¿Qué tal si la Justicia nos defiende de una puñetera vez? (Y esto no va de presos políticos). Ay, como «alguien» lea este artículo, de casa al súper me caerán más multas que al Vaquilla.