Leo en la prensa extranjera decenas de titulares sobre el «Royal Scandal» del «Previous King of Spain», en letras bien gordas, como si estuviesen dando una noticia que tuviese que provocar el hundimiento de las instituciones estatales españolas y muy españolas. Pero, la verdad es que ni siquiera se habla del tema en los bares. ¿Qué? Ah, ¡Que están cerrados! Lo que es importante es que no hayan cerrado la cafetería del Congreso, porque allí se han impulsado más mociones que en el hemiciclo. Es un lugar donde también se debe haber visto algún estado de alarma, y me atrevería a decir que, con los gin-tonics a tres euros, incluso estados de excepción. Pues, no he oído ningún runner por la calle gritando: «¿Has oído eso del Juanca?», ni tampoco que nadie se haya tirado de los pelos en casa por el tema. Aunque sí que lo han hecho para ahorrarse ir a las peluquerías con guantes de plástico, bozal y un bote de gel alcohólico.
Me imagino que enganchasen a la Reina de Inglaterra robando pendientes de oro en Harrods. La que se formaría… o quizás tampoco pasaría nada porque ya robó las Malvinas y, mira, aún la pasean en carroza. Ahora que hablo de robar. ¡Shhhh! Un secreto: la mujer de Franco, la Carmen Polo, recorría Madrid aceptando «regalos» que «muy amablemente» le hacían los joyeros. Por eso la llamaban «la collares». Tampoco pasaba nada. Señoras, señores, estamos en un país en el que nunca pasa nada. Y, si pasa, se abre una investigación o se crea una comisión de seguimiento que acaba sin resultado. Y si, además, es muy muy evidente, ya ni siquiera se abre una investigación. No vaya a ser que se descubra alguna cosa mala. Miren sino al «sinvergüenza» de Sandro Rosell, dos años en prisión por no robar. Lo que nos faltaba, un inocente! En este país ya no queda trigo limpio.