La última vez que declaré en un juzgado como testigo de una detención, dije: «Los policías han actuado de forma correcta». Sí, respetaron el protocolo. Los aplaudí, como lo hago cuando entran en un chalet a detener a una banda de proxenetas armados o cuando un guardia civil se sumerge en tres metros de mierda para rescatar un cadáver. Tenemos que agradecer la función de la Policía que nos cuida. ¿O te jugarías la vida tú?
Pero los últimos días estoy viendo como estos mismos a los que admiro han confundido a los ciudadanos con homicidas huidos de una cárcel. Veo que se han convertido en jueces, sin conocimientos profesionales, como no saber que las actuaciones se pueden grabar o lo que es una violación de domicilio. Veo como agravan por placer situaciones simples, sin proporcionalidad. Oigo como un diputado vasco dice que le han retenido después de identificarse. No hablemos ya del tema Laura Borràs en el Congreso… Veo dos vídeos de efectivos policiales entrando sin orden judicial a pisos donde no se comete ningún delito. Uno de ellos con golpes. Eso no son policías, son individuos que manchan el nombre del cuerpo. Conozco muchos policías y sé que les cabrea que pague todo un colectivo por culpa de cuatro descerebrados. Los ciudadanos -que pagamos sus sueldos- empezamos a no creernos las denuncias de resistencia, ni atentados, y pronto no les creerán los jueces. Una mujer que estaba siendo reducida en la calle por dos agentes, gritaba pidiendo que llamasen a la policía. Todo el mundo se reía de la paradoja. Pero tenía razón, porque es probable que si llegase una patrulla «de verdad» para evitar la actuación. Mira! ¡Qué casualidad! Acabo de recibir un mensaje de una fotógrafa donde se ve un joven en Terrassa con la cabeza en el suelo y una rodilla en la espalda. Dicen que se trata de otra actuación desproporcionada. Marlaska, Buch, ¿Tan difícil es frenar esta deriva? ¿Os ayudo? Tengo libros en casa.