1993. Empieza el juicio por asesinato y la magistrada Concepción Espejel inicia la vista oral en la fase 2 de la Audiencia Provincial de Tarragona, perdón, en la sección 2ª, es que con tantas sesiones de «coaching»… Yo hago fotos de los esposados por los pasillos de los juzgados, escoltados por policías. Los dos acusados me miran con cara de no quererme mucho y me dedican algún piropo. Estoy tranquilo, porque aunque son asesinos peligrosos, probablemente no me volverán a ver el pelo hasta de aquí a treinta años. En el juicio se demuestra que aquellos dos hombres, asesinos malísimos, eran inocentes. Doña Concha ordena que les quiten las esposas y los liberen. Los dos acusados, por suerte, se olvidan del imbécil de la cámara ante las alegrías y los abrazos de los familiares. Lección: cualquier detenido, con brutalidad o sin ella, aporreado por desobediencia o sin ella, insultado o sin insultos, es una persona que, hasta que no haya una sentencia contra él, puede ser inocente y, por tanto, un ciudadano que merece todos los respetos de la sociedad. Y de la policía también.
No opino del racismo contra los negros en los Estados Unidos, porque es un país donde sólo he ido a hacer turismo, pero sí que opino de los profesionales que pagamos con nuestro sueldo y que dicen que una actuación policial no se puede valorar con un video incompleto. Si ves como un detenido está en el suelo, inmóvil, diciendo que se está ahogando y ves que tiene una rodilla sobre la tráquea, ¿Qué tienes que valorar? ¿Qué quería pagar con un billete falso? Es posible que Floyd hubiese ido a prisión o a hacer trabajos para la comunidad. Ahora está muerto. Des de el pasado mes de marzo estoy cabreado viendo videos de actuaciones violentas. Ahora, lo está el mundo.