Aunque me veis todo el día en las terrazas, trabajo de periodista, y a menudo miro las agencias para encontrar noticias que puedan ser de interés. Ayer fue una mañana en la que los planetas se debían alinear de tal manera que durante unas horas sólo oía hablar de lo mismo. Una de las informaciones parecía sacada del Opregte Haarlemsche Courant el 3 de junio de 1654 (No, no es una fuente de Word, sino el primer periódico que existió) anunciando que habían quemado a una bruja en la plaza Mercadal. Habían detenido a Nacho Vidal por un hecho surrealista. ¿Cómo? Ah, que no sabéis quien es. Ya, claro, sólo veis La 2 y los informativos. Seguro que ya habéis pensado cosas raras, porque este hombre no es precisamente el arzobispo de Tarragona, pero me temo que por mucha fantasía que le pongáis, no lo adivinaríais ni aunque fueseis el hijo de Aramís Fuster.
Se ve que Nacho debía estar en una ceremonia chamánica (no, no es folgar en una hamaca) con un famoso fotógrafo de moda que debió oler los vapores de un sapo de la especie Bufo Albarius. No, no es uno de mis inventos, se ve que es un veneno peligroso. Por un momento, he visualizado a una pareja de la Guardia Civil, sin destituir, esposando al Vidal, i no he podido evitar imaginármelo como una escena de peli de esas que tienen un guion más corto que un master en la URJC. Bien, una vez recuperado del ataque de hilaridad provocado por la noticia, he puesto la tele para ver la serie de Pedro Sánchez. Y va el presi y dice: «Señorías, digamos no al veneno del odio». En aquel momento he pensado que se sacaría del bolsillo un sapo. Minutos después era el amigo Casado quien decía: «El que reparte cicuta habla hoy de veneno». Ayer sólo me faltó que apareciese por la tele el Pepe Navarro. «¡Digooo!».