Creo que ya acaricio la jubilación porque hay veces que me podría quedar una semana en un banco del parque tirando migas a los congresistas patriotas mientras miro los árboles. De eso os hablaré ahora, de gente que no sé si acaricia la jubilación, pero sí a los árboles, concretamente los olivos. Un día de aquellos queni fu ni fadecidí ir al Parlament de Catalunya a ver como era una DUI. Aquel día no hacían ninguna, pero hablaban de la defensa de los olivos milenarios. Zapater había sido invitado -de honor- por el presidente Roger Torrent. No, tranquilos, no se ha hecho«indepe»,era por ser el impulsor de un proyecto de ley que pretendía acabar con el espolio de los olivos históricos del Montsià y la zona del Sénia. Entonces se produjo una curiosa escena de vodevil que me recordó al mundo romano, porque el abogado tarraconense ocupaba el palco de honor del Parlament, como un patricio, pero su mujer -una simple plebeya- quedaba fuera de aquel espacio reservado, para cuando yo llegué sólo quedaba el escalón más bajo de la sociedad: el esclavo, a quien no dejaban acercarse ni a él… ni a ella. Yo miraba a Paco como si estuviese en el Camp Nou y, de lejos, en la lonja, viese a Arriaga asociado a una corona de laurel.
Paco Zapater es un enamorado de Ulldecona y nos ha transmitido este sentimiento a sus amigos. Arrancar un olivo de mil años para que un puto rico de la Galia lo plante al lado de una piscina, es un crimen. Este expolio se repetía sin que las autoridades actuasen. Pero la persistencia de Paco ha conseguido que la ley se apruebe. El mejor penalista ha demostrado que no sólo sabe defender a personas, sino también a la naturaleza y a la historia. Gracias, Paco. Recordad: los olivos son nuestros.