Hay dos tipos de personas, los que quieren a sus coches como si fuesen seres vivos, y los que consideran que simplemente son un trozo de hierro que les facilita el desplazamiento. Para que me entendáis, hay gente que piensa que los Parlamentos y las Constituciones son esencias de la democracia, pero realmente son cuatro ladrillos y un libro de papel, que a menudo está mojado.
Hay gente que incluso utiliza sus coches como una segunda vivienda, especialmente si han ligado, que yo creo que muchos niños tendrían que llamarse Twingo García o Marina Seat Panda. También habrá dentro de poco gente que tendrá en su vehículo la primera vivienda, pero eso ya os lo explicaré otro día.
El 10 de junio de 2006 compré una moto, una Suzuki Burgman. Hoy es su cumpleaños y, como que yo quiero a las máquinas, en casa le pusimos de nombre «Latoto». Recuerdo que mi pareja me dijo si la estrenaríamos viajando a algún lugar con la moto. Y le dije: «Sí, al banco a pedir un crédito para pagarla». Y después fuimos a Lisboa. Pero conduciendo la moto me aburro. Sí, soy así de simple. Y por eso, le instalé una radio. Voy en moto oyendo las tertulias, mientras la gente me mira mucho en los semáforos. Un día me compré unos pantalones amarillos a cuadros que eran un poco chillones. Al día siguiente los estrenaba -un poco avergonzado-, cuando un coche se paró a mi lado en un semáforo. El conductor me miró y gritó: «¡No me lo puedo creer!». Entonces, siguiendo lo que manda el Código de Circulación, lo insulté, mientras le decía que si un tío de 50 años no puede vestir con unos pantalones modernos. Él contestó con una vocecita: «Es que he oído en su radio que han metido en prisión a Junqueras».