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12 meses de gobierno Ricomà: un balance «intangible»

Portaveu del Partit Popular a l'Ajuntament de Tarragona

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Cuando el propio alcalde Ricomà resume los «éxitos» de su primer año de gestión aludiendo a un «cambio lleno de intangibles, de gestos y de poner por delante los valores republicanos» –según leíamos en una entrevista reciente–, hasta el más ingenuo de sus votantes puede comprender que ha sido un año lamentablemente perdido para Tarragona. Vacuidades y cursilerías, gracias a Dios, imposibles de medir que, imagino, indignarán a su electorado. Ni una acera, ni un asfaltado, ni una calle más limpia, ni un parque infantil nuevo, ni una acción turística, ni una estrategia de dinamización comercial, ni un proyecto de ciudad en marcha, ni una defensa de los intereses de Tarragona frente a la cadena de humillaciones y a la dejadez a la que nos somete la Generalitat (el caso del Palau d’Esports, la Tabacalera, la Ciudad Judicial, etc.). Sí es tangible, en cambio, su subida de las tasas de la basura, del agua, del coste para enterrar a nuestros muertos, del IBI y de la plusvalía en la ciudad. Todo esto a manos de un gobierno al que se gusta denominar de izquierdas y progresista. Este es el primer año de un gobierno débil, inexperto y sectario. Débil porque Pleno a Pleno ha demostrado su incompetencia para abordar los retos de nuestra ciudad. El prometido lema de su campaña, «canviar per prosperar» se ha resuelto, si acaso, en un «canviar per fer un govern sectari»: sus grandes gestos institucionales han consistido en colgar una pancarta ilegal en la fachada del Ayuntamiento, descolgar el retrato del Jefe del Estado o mostrarse condescendiente ante los graves hechos que hicieron arder Tarragona el pasado mes de octubre durante las protestas independentistas. Sus grandes decisiones han sido descabezar gerencias por motivos políticos y tratar de aumentar el sueldo de otras por idénticas razones. Durante estos 12 meses, se han paralizado proyectos como el del Banco de España y el centro de acogida turística Porta Tarraco; no se ha firmado ningún acuerdo con su «gobierno amigo» de la Generalitat para la gestión del Palau d’Esports. Ha conseguido demostrar ser el alcalde con el equipo más débil de la historia de Tarragona, que no ha conseguido más que un borrador de presupuesto para este 2020, rendido con mansedumbre a los dictados de la CUP.

Un alcalde que se ha caracterizado por las contradicciones y la inseguridad. Recodemos que, cuando era diputado provincial, le parecía perfecto el proyecto de la Savinosa. Dijo en aquel momento: «Si el peligro es que se instale un hotel de lujo en la Savinosa, bienvenido sea ese peligro». Justo seis meses más tarde, se desdijo de lo dicho. Así las cosas, está convirtiendo Tarragona en la capital de la inseguridad jurídica: en 12 meses ha renegado y aceptado al mismo tiempo el PP10 y la Budallera, y ha paralizado el Plan Parcial de Mas Sordé, con lo que el Ayuntamiento tendrá que hacer frente a indemnizaciones a sus propietarios ¿Quién va a querer invertir ahora, y en lo venidero, en nuestra ciudad?

Queda muy lejos el alcalde que en su investidura prometió gobernar para todos los tarraconenses. El que prometía transparencia y participación ciudadana es el mismo que hoy no busca consenso alguno entre los grupos políticos para las medidas que es necesario aprobar en relación a la crisis COVID19. Es el mismo que hoy en día no acepta la participación ciudadana, sino que abronca a los hosteleros que se manifiestan legítimamente. En estos 12 meses, el alcalde Ricomà ha conseguido enfrentarse a casi todos los sectores: a los restauradores por la regulación de la ocupación del espacio público, y al no permitirles que participen en la comisión de terrazas, presidida por una concejal que posiblemente tiene intereses en el sector.

Un gobierno que ha descabezado el área de turismo al haberlo abandonado durante todo un año en el que no se ha ejecutado ni una sola acción de proyección de ciudad. A las puertas de la temporada turística más compleja, el Patronato de Turismo se halla sin dirección política, sin dirección técnica y sin haber presentado aún la campaña promocional de reactivación turística que han lanzado ya la mayor parte de destinos. Y estamos a solo 5 días de que se permita la movilidad interprovincial en toda España y la entrada de turistas del extranjero.

Hemos perdido un año, posiblemente el primero de tres más, lo que supondrá la parálisis y la decadencia de nuestra ciudad, una ciudad mediterránea, optimista, abierta, llena de oportunidades y de retos, antes generadora de confianza y de inversiones. En 12 meses, Tarragona ni ha cambiado para bien, ni, evidentemente ha prosperado; con estos mimbres, difícilmente lo hará el resto de mandato. Pero el alcalde Ricomà nos invita a no caer en el desánimo y promete continuar entregándonos vacuos «intangibles» en lugar de gestionar nuestra ciudad.

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