Ahora está de moda que los cuñaos digan ante un cubata que el independentismo nació como consecuencia del recorte de hace diez años. Y también que aquella bravuconada del 2017 ya se acabó. ¡Felicidades! ¡Bravo, lo habéis conseguido! De repente… ¡Pluf! Me ha venido a la cabeza la imagen de la profesora, una doctora en historia de la URV, diciendo en clase que Cataluña pidió la independencia en 1643. Pero no sé si creerla porque ella no llevaba ningún cubata en la mano. Pues venga a dar la chapa… que si Zapatero y su «apollaré» (sí, lo he escrito con ll expresamente), que si sólo se recortaron cuatro artículos pequeños del Estatut, que no había para tanto y que Alfonso Guerra triunfó con su éxito: «Ojalá que llueva mierda en el campo… catalán». Todavía recuerdo a Mariano Rajoy corriendo de ciudad en ciudad para recoger firmas contra el Estatuto como si estuviese haciendo algo divertido. ¡Qué majo!
Había quedado con Tomás Palos, es un artista, no quien ordenó los golpes el 1-O, y me senté a esperarlo en un banco delante de los «Despullats». Una señora se sentó a mi lado y yo, ya me conocéis, le saco conversación incluso a Montilla. «¿Y usted cuándo cree que empezó el independentismo?». La señora me contestó: «Ha existido siempre, lo que pasa es que los políticos que iban a Madrid frenaban la iniciativa negociando». Hasta aquí no me había descubierto nada. «Pujol ya le dijo al padre del Rey que algún día él no podría parar aquella ola gigante. El otro dijo algo así como que ya lo frenarían ellos a su estilo». Aquella señora parecía estar bien informada. «¿Y usted como sabe todo eso?» «¿Recuerda un encuentro entre los dos en un restaurante en 2001? Yo era la camarera.»