En el submarino Seaview, el almiranteNelson habla con el capitán Lee visiblemente excitado: «Capitán, ¿Qué ha pasado que se ha disparado la alerta roja?». «Comandante, el becario que ha subido en Cartagena ha tocado el botón equivocado y un mísil ha salido disparado sin control». «¡Dios mío! Tenemos que avisar a las autoridades costeras. ¿Dónde llmamos?» «Según mis coordenadas estamos delante de Tarragona, una ciudad de Cataluña. Hay una Comandancia de Marina». «¿Cataluña?» «Sí, comandante, ya sabe, Messi, Alioli, Carmen de Mairena… Pero no sufra, nuestros informes de la CIA no hablar de enemigos en la zona, sólo nos consta un tal «Míster X», pero hace muchos años de aquello. La bomba ha salido en dirección a un antiguo sanatorio de tuberculosos ya abandonado». «Bien Lee, mejor no alarmar ni llamar a nadie, el tiempo la neutralizarà». ¡Abuuua! ¡Abuuua! ¡Inmersión! ¡Inmersión!
Hace pocos días que hablaba del Seaview con mi amigo Carles, un fan de las series históricas de televisión, y no me había imaginado que un submarino como el que veía de pequeño por la tele tuviese algo que ver con nosotros. Pero, ya ves, tampoco creía que tendríamos que estar encerrados en casa tres meses por culpa de un virus.
La diferencia entre la conversación del comandante Nelson y lo que ocurrió en la playa de la Arrabassada este lunes es que esto último no es ficción. Una bomba activa, de las utilizadas por submarinos, fue encontrada por dos niños en la playa. No, no era el típico obús oxidado de 1938, era un dispositivo moderno y no debe ser muy difícil conocer su procedencia a partir del modelo y el número de serie. No he oído que la Armada haya comunicado la pérdida de ningún explosivos. Tendré que ir a Gaes.