Hace 25 años que compré un piso en Tarragona para estar cerca del Times. Entonces dejé el trabajo y me fui a Barcelona. Que eso os haga ver que mi grado de inteligencia es el de un chimpancé bonobo. Recuerdo que lo primero que hice en aquella casa fue mirarme al espejo. Yo era más joven y guapo, seguramente porque mandaba Joan Miquel Nadal y de cada alcalde se te pega alguna cosa. Mira, ahora soy «indepe» y antes era socialista.
He vuelto a mirarme en aquel espejo un cuarto de siglo después para comprobar que he pasado de ser el pequeño Nicolás al obispo San Nicolás. Si le quitas el solideo (el gorro, ¡incultos!) y le pones un casco, soy yo en moto. Así que antes de mi game over he querido visitar los lugares donde he vivido. La ruta ha empezado en Jerez, donde he recordado al mítico alcalde Pacheco, que estuvo en prisión. Después he tirado hacia La Línea de la Concepción, y allí, en una terraza delante de Gibraltar, he oído que el alcalde está investigado. He subido a un barco hacia Gran Canaria, para encontrarme con los acantilados que me tentaban a lanzarme cuando no encontraba noticias. Allí había un alcalde a quien no es que lo investigasen, es que los de la Policía Judicial vivían en su casa. He vuelto en barco hasta Alicante, un ayuntamiento por donde han pasado des de Bonnie hasta Clyde. Y ya, cuando conducía hacia casa pensando que la nueva normalidad municipal es tener el salón de plenos bien investigado, he querido hacer una última parada a Alcañiz, población que conozco de cuando era pobre. No he podido evitar preguntar a una señora si los ediles eran limpios. Me ha dicho que los ciudadanos están encantados. Nos hemos revolcado por el suelo llenos de pasión. Nos casamos en septiembre.