Cada día encuentro más complicado entender cómo funciona el mundo. No sé si me están poniendo burundanga en el carajillo. Ya cuando era niño y veía en las calles aquellos relojes de aparcamiento regulado por horas, no entendía nada. También es verdad que un niño de tres años era difícil que supiese nada de aparcar en unos tiempos en los que sólo circulaba el Rolls Royce de Franco. Aquellas máquinas con una aguja debían ser un chanchullo como las ITV de los Pujol. Ahora estoy igual, cuando voy a casa del Paco, veo el suelo pintado de naranja, hay sitios donde es de color blanco, en casa del Pep es verde y delante de la sede del PP -normal- han pintado de color azul. Es curioso que teniendo un ayuntamiento independentista no hayan creado la zona amarilla para los conductores con lacito.
Si me regalaseis un patinete de estos eléctricos modernos, es probable que no se moviese, no por falta de batería, sino por exceso de peso. Pero no tengo ni idea si se puede ir por el carril bici, por la acera, por la calzada o por la tercera vía. Me regalaron un dron bueno, no de esos de juguete, sino de los que pueden subir más que … (chiste autocensurado). Bien, que no se os ocurra comprar un cacharro de esos que vuelan. Para utilizarlo has de hacer un plan de vuelo, mirar un mapa en una aplicación, llamar al aeropuerto, poner una etiqueta al bicho, no volar sobre playas, ni pueblos, ni parques naturales, contratar un seguro… Es más fácil que os lo metáis en el… trastero. Ya no hablaremos de mascarillas, reuniones, terrazas, playas, distancias y todo este show. He entrado en un sitio de fotocopias de Pere Martell y me ha parecido que estaba en el Tribunal Supremo el año pasado, con policías secreta haciéndome pasar por aquí y por allá. Por cierto, allí si que han tomado burundanga, y de la buena.